Actividad física y deporte: prevención de la obesidad

Terminar con el sedentarismo y promover la actividad regular son parte de los ejes centrales de diferentes programas de salud. Una actividad física previene el aumento de peso, sobre todo en niños y adolescentes.

Beneficios de la actividad física en la obesidad

La actividad física interviene, junto al régimen alimenticio, en el control del sobrepeso y la obesidad, con un aumento de la masa magra y una reducción de la adiposidad abdominal. Para las personas con exceso de peso, una actividad física permite perder peso de forma moderada (especialmente si está asociada a una dieta saludable), aunque se debe tener en cuenta que los efectos de la actividad física sobre la pérdida de peso son modestos.

Cómo ayuda la actividad física en la obesidad

El deporte ayuda a mantener el peso después de una pérdida inicial de peso: en este caso el impacto de la actividad física es importante. También ayuda a mejorar las comorbilidades (efectos secundarios) de la obesidad y tiene beneficios psicológicos, ya que favorece un mejor seguimiento de los consejos dietéticos.

Incremento de la intensidad y frecuencia del deporte

Una mayor duración e intensidad de la actividad física podría ser necesaria con el fin de prevenir el incremento de peso. En los adultos aumentar la duración de la actividad moderada de 45 a 60 minutos por día o de intensidad es interesante, siempre tras una revisión médica.

Prevención de la diabetes

La actividad física también tiene un papel determinante en la prevención de la diabetes de tipo 2, ya que reduce casi un 60 % el riesgo de que aparezca diabetes en individuos que presentan una intolerancia a la glucosa. La actividad física se considera objetivo prioritario en la lucha contra la pandemia de diabetes de tipo 2.

Relación entre actividad física y obesidad

La obesidad se define como la acumulación de grasa en los tejidos. Este fenómeno suele ir acompañado de un aumento de peso y una de sus principales causas es el estilo de vida actual (hábitos alimentarios, sedentarismo). Los diferentes estudios realizados sobre la actividad física en relación con la obesidad muestran que los ejercicios más apropiados para esta patología son los aeróbicos, repetitivos o de larga duración que requieren el trabajo de grandes grupos musculares.

Hills y Parker (1988) demostraron con un programa de 16 semanas, que con 20 minutos de actividad aeróbica con una frecuencia de 3 a 4 veces por semana, además de un asesoramiento nutricional, se redujeron los niveles de obesidad y el tejido adiposo en un 20 % de los pacientes (niños y preadolescentes obesos) comparado con otro grupo que recibió únicamente la asesoría sobre nutrición.

El ejercicio físico tiene un efecto benéfico sobre la composición corporal, ayuda a disminuir el índice de grasa corporal y el ejercicio aeróbico mejora el consumo máximo de oxígeno, lo que incrementa la capacidad pulmonar y consigue una mayor capacidad para realizar esfuerzos. También mejora la función cardiovascular; disminuye el riesgo de padecer enfermedades (como hipertensión arterial o infarto de miocardio); reduce los niveles del colesterol LDL (colesterol malo), aumenta los niveles de HDL (colesterol bueno) y disminuye los pliegues cutáneos, lo que reduce la grasa corporal. También puede mejorar o reducir la existencia de anormalidades asociadas a la obesidad, como la sensibilidad a la insulina, la intolerancia a la glucosa o el perfil de lípidos en sangre.

Cómo afecta la obesidad en la educación física

La actividad física unida a una alimentación equilibrada e hipocalórica es inseparable para controlar la obesidad. No se puede entender una adecuada prescripción de uno de ellos sin el otro. Es importante adoptar una serie de pautas para iniciar la actividad física cuando la persona tiene sobrepeso. De entrada se impone un cambio de chip: iniciar un deporte para combatir la obesidad debe incluir, no solo el aumento de la actividad física, sino también disminuir el sedentarismo (reducir las horas frente a la computadora, televisión y videojuegos).

La actividad física debe convertirse en una rutina y se debe incluir como una actividad más de nuestro día a día, no como algo esporádico del fin de semana. Hay que tener en cuenta un periodo de adaptación al ejercicio y buscar actividades que nos interesen y satisfagan.

Actividad física y obesidad infantil

En el caso de los niños y adolescentes con obesidad es muy importante marcar objetivos y estudiar sus posibilidades, preferencias y recomendaciones para su situación. Hay que explicarle los beneficios de la actividad física para su edad, incentivar la disciplina y tener en cuenta la intensidad y duración de las sesiones. En general, es mejor hacer entrenamientos largos y de intensidad moderada. Debe ser él mismo el que escoja el deporte que más le guste, ya que si no le causa satisfacción o no ve evolución puede desmotivarse fácilmente.

El ejercicio tiene que combinarse con una adecuada alimentación: no es suficiente reordenar los hábitos de actividad, la decisión de llevar una vida sana afecta varias parcelas y, siempre que intervengamos en todas ellas, los resultados serán mejores.

El deporte como tratamiento y prevención de enfermedades, especialmente las relacionadas con el sedentarismo, se basa en el aumento del gasto energético de la persona. El deporte reduce la cantidad de grasa en el cuerpo y no influye mucho directamente en el peso en sí mismo. Aunque esto a priori pueda parecer insuficiente, es más que positivo, ya que el parámetro que interesa reducir para el estado de salud es la masa grasa, que está en relación con las enfermedades cardiovasculares que se quieren prevenir.

Cómo afecta la obesidad en el deporte

No sirve cualquier ejercicio físico, cualquier intervención y de cualquier manera, ya que el ejercicio debe adaptarse a la situación y persona. El deporte no produce los efectos preventivos si no va asociado a un tratamiento nutricional. En el caso de los niños y adolescentes, para combatir la obesidad hay que intervenir desde diferentes ámbitos: no puede haber contradicciones en la escuela y la casa o la casa y el entrenador deportivo, entre otras relaciones.

La obesidad es un grave problema para la salud. Por ello, es importante su tratamiento desde la infancia y la adolescencia, ya que si no se actúa en estas etapas, los problemas en la edad adulta pueden ser más graves. Es misión de las familias y los educadores inculcar en los niños los hábitos de ejercicio físico que les permitan mantener unas buenas condiciones saludables y, de esta forma, evitar enfermedades como la obesidad.

Foto: © Nagy-Bagoly Arpad – 123RF.com

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