Los flavonoides son pigmentos naturales presentes en los vegetales.
Los flavonoides fueron descubiertos por el ganador del Premio Nobel, Sent György, cuando en 1930 aisló de la cáscara del limón la citrina, una sustancia que regulaba la permeabilidad de las pequeñas arterias.
Los flavonoides tienen propiedades antioxidantes, de modo que previenen el envejecimiento celular y los procesos degenerativos y protegen al organismo de los daños producidos por sustancias o elementos oxidantes como los rayos ultravioleta, la contaminación ambiental o de sustancias nocivas presentes en los alimentos.
El organismo humano no produce naturalmente los flavonoides sino que los obtiene de los alimentos o en forma de suplementos farmacológicos.
La estructura química de los flavonoides es variada: fenoles, indoles, alilsulfuros, etc. Aunque son bastante estables, los procesos de industrialización hacen que se pierdan buena parte de ellos. Por este motivo se recomienda el consumo de vegetales frescos. Además, deben comerse sin pelar para aprovechar al máximo las propiedades de estos pigmentos que se concentran, sobre todo, en la piel de los vegetales. Su poder antioxidante se refuerza cuando actúan junto a la vitamina C.
Los flavonoides más importantes son los betacarotenos, carotenos, licopeno, capsantina, luteína, catequinas, quercetrina, hesperidina, resveratrol, criptoxantina, antocianinas y rutinas.
Se han identificado más de 5000 flavonoides, ampliamente distribuidos en plantas, frutas y verduras. Se pueden encontrar, principalmente en las fresa, naranjas ácidas, uvas negras, toronjas, espinacas y pimientos, así como en la cebolla, el aguacate, la remolacha, la berenjena, el plátano, el brócoli y la coliflor.
El vino, la cerveza, el té negro y el té verde son bebidas muy ricas en flavonoides.
Los flavonoides, gracias a sus propiedades antioxidantes, protegen a las células de los efectos dañinos, impiden la oxidación del colesterol malo y previenen la aterosclerosis.
También se sabe que los flavonoides reducen los niveles generales de colesterol y como resultado previenen las enfermedades del corazón, las cerebrovasculares y las degenerativas como la enfermedad de Parkinson y el mal de Alzheimer.
Precisamente, las propiedades antioxidantes, antinflamatorias y analgésicas de los flavonoides explican su efecto protector ante enfermedades como la diabetes mellitus, las úlceras gástricas y duodenales, las infecciones virales, alergias e inflamaciones.
Asimismo, los flavonoides también tienen propiedades antitrombóticas. Esto quiere decir que protegen el hígado, impiden la formación de tumores e inducen la acción de hormonas detoxificantes.
Asimismo, los flavonoides han demostrado poseer efectos anticarcinogenéticos. Por tanto, el consumo de alimentos ricos en flavonoides contribuye a la prevención del cáncer de pulmón y de la piel y también impiden el desarrollo de las células tumorales del cáncer de seno.
Las antocianinas son flavonoides responsable del la tonalidad azulada de vegetales como los arándanos y las moras. No obstante, la presencia de otros pigmentos, que muchas veces son también antioxidantes, puede cambiar el color final del alimento. Así, las frambuesas o la col lombarda son también importantes fuentes de antocianinas.
Las antocianinas, al igual que otros flavonoides, combaten el envejecimiento y protegen del estrés oxidativo celular. De hecho, se ha podido establecer una relación entre el consumo habitual de alimentos ricos en esta sustancia y una menor incidencia de una gran variedad de tumores malignos.
Las antocianinas son especialmente apreciadas por el papel que desempeñan en la prevención de enfermedades visuales degenerativas, como la degeneración macular, una enfermedad asociada a la edad que suele producir ceguera.
Además, estos pigmentos ejercen una acción protectora sobre los microcapilares y ayudan a mejorar la agudeza visual, el riego cerebral e incluso, combinado con otras plantas medicinales, se emplean en el tratamiento natural de vértigos.
Como sucede con otros antioxidantes, se desconoce la dosis recomendada de antocianinas o si existe riesgo de sobredosis.
Mientras que las antocianinas que el organismo obtiene de los alimentos son completamente inofensivas, los tratamientos con suplementos de antocianinas, aunque no se dispone de suficientes datos, podrían ser peligrosos.
Los carotenoides son los responsables de la gran mayoría de los colores amarillos, anaranjados o rojos presentes en los alimentos vegetales y también de los colores anaranjados de varios alimentos animales.
Los 600 compuestos pertenecientes a esta familia se dividen en dos tipos básicos: los carotenos, que son hidrocarburos y las xantofilas, sus derivados oxigenados.
De los carotenoides conocidos, solamente el 10 % tiene valor como vitamina A. Además del β-caroteno (también denominado beta-caroteno), los más importantes son el a-caroteno y la b-criptoxantina. La condición fundamental para que tengan propiedades vitamínicas es que tengan cerrado y sin oxidar al menos uno de los anillos de los extremos de la estructura. Según esto, varios de los carotenoides más comunes, como el licopeno, la zeaxantina y la luteína no tienen valor como vitamina A.
El β-caroteno fue el primer carotenoide purificado. Aunque tiene seis veces menos valor vitamínico que el retinol (vitamina A en su forma metabólicamente activa), su abundancia en los vegetales y también en algunos alimentos animales, como la leche, hacen de él una fuente fundamental de vitamina A para muchísimas personas. Incluso en algunas sociedades cuyos regímenes alimenticios son relativamente pobres en productos vegetales, como es la estadounidense, los carotenoides representan el 30 % de la ingesta total de vitamina A.
La zanahoria es rica en β-caroteno. De hecho, contiene entre 70 y 140 mg/kg. En los vegetales verdes como la espinaca y algunas frutas, el β-caroteno se encuentra en los cloroplastos, junto con las xantofilas y suele ser el carotenoide mayoritario. En las frutas, en cambio, el carotenoide mayoritario depende de la especie. El β-caroteno lo es en el mango y en el caki.
El β-caroteno también se emplea como colorante alimentario.
Numerosos estudios de tipo clínico y nutricional se han centrado en las propiedades antioxidantes de los flavonoides. Los especialistas quieren comprender por qué, a menudo, las dosis farmacológicas de antioxidantes dietéticos comúnmente recomendados en todo el mundo, como es el caso de las combinaciones vitamínicas (vitamina E más vitamina C y β-caroteno) no producen los efectos esperados o resultan dañinos. Por este motivo, para lograr una mejor acción antioxidante se prefiere incluir en la dieta una mezcla de flavonoides y taninos.
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