Las fantasías sexuales forman parte de nuestro pensamiento y son una de las estrategias que usamos para poder desarrollar una sexualidad completa y equilibrada.
Se definen como una ensoñación que nos ayuda a imaginar situaciones sexuales liberadoras de nuestro mundo cotidiano, ya sea por que pueden resultar placenteras o por que su imposibilidad de llevarlas a cabo las convierte en deseables.
La capacidad de fantasear no sólo es "normal", sino que es necesaria.
Consideramos las fantasías de forma negativa cuando se convierten en una condición indispensable para poder tener relaciones sexuales.
¿Para qué sirven?
Inducir o incrementar el deseo sexual, solos o acompañados.
Aumentar la excitación.
Reducir la ansiedad ante los comportamientos sexuales.
Evitar la monotonía y el aburrimiento.
Relajarnos y escapar de la tensión, e incluso conciliar el sueño.
Ensayar actividades sexuales que se desean realizar, o que no somos capaces de llevar a cabo en la vida real.
Superar los problemas de inhibición sexual.
Mejorar nuestra propia imagen, nuestra autoestima.
Borrar distracciones o presiones.
Incrementar nuestro placer sexual durante un encuentro sexual real.
Ayudan en la terapia sexual
Ayudan a resolver cuestiones emocionales, psicológicas o propiamente sexuales, que son fuente de displacer para las personas que acuden a la consulta de un sexólogo.
Pueden aumentar el interés personal por el sexo.
Ayudan a reducir las diferencias de deseo en una pareja.
Introducen ingredientes distintos o no practicados.
Disminuyen los sentimientos de culpa que se pueden relacionar con alguna situación o práctica erótica.
Incrementan la variedad sexual para romper con la monotonía y la rutina.
Pueden mejorar la autoestima corporal.
¿Puede una persona llegar a obsesionarse con una misma fantasía?
Cualquier conducta o pensamiento que se convierta en un acto compulsivo que no nos permita decidir libremente cuando y cómo utilizarlo dejará, por propia definición, de ser una conducta o un pensamiento agradable, para convertirse en una obsesión.
Se ha de diferenciar claramente de las fantasías recurrentes, es decir, esas a las que "recurrimos" a menudo porque nos funcionan, pero sin controlarnos.
¿Las fantasías son sólo para personas que están solas?
Rotundamente no: al igual que sucede con la masturbación, es una creencia errónea pensar que estas conductas o situaciones sólo se dan en algún momento del ciclo vital, o cuando no existe una relación afectiva-sexual.
Tanto la masturbación como la formulación de fantasías se dan a cualquier edad, independientemente de cualquier otra situación.
¿Pensar en otra persona que no sea la pareja habitual es una infidelidad?
No: el pensamiento es libre y la capacidad para fantasear también.
Una cuestión es el pensamiento y otra muy diferente la conducta.
¿Las fantasías tienen un límite?
El límite lo decide cada persona: depende del permiso que se dé cada persona para explorarla o para indagar en ella.
Otra de las funciones de las fantasías puede ser, precisamente, la de permitirnos traspasar los límites personales, ensayando situaciones sexuales o conductas que difícilmente nos permitiríamos llevar a la realidad.
¿Si las fantasías contienen escenas parafílicas significa que tenemos una disfunción?
Casi todas las fantasías se elaboran con algún elemento parafílico (exhibicionismo, voyeurismo, sadismo, masoquismo...).
Hemos de tener en cuenta que una cosa es lo que fantaseamos y otra diferente la realidad.
El documento « Las fantasías sexuales » se encuentra disponible bajo una licencia Creative Commons. Puedes copiarlo o modificarlo libremente. No olvides citar a CCM Salud (salud.ccm.net) como tu fuente de información.