Algunos de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer, como la confusión en los horarios, la dificultad para masticar o deglutir, provocan que los pacientes sufran problemas al momento de alimentarse.
Hay que priorizar los alimentos que se pueden comer con las manos (como croquetas), vigilar la hidratación, hacer una dieta equilibrada y nutritiva para evitar los déficits nutricionales, supervisar que exista una buena higiene bucal y cuando hayan problemas de deglución, se pueden utilizar espesantes. Preparar de preferencia purés o triturados de textura suave; evitar los grumos, los huesecillos, las espinas y los filamentos; así como utilizar condimentos suaves para potenciar el sabor de los alimentos como el romero, el tomillo o la albahaca.
Como normas generales para alimentar a un paciente de Alzheimer se debe tener en cuenta una serie de recomendaciones: las comidas deben ser frecuentes, nutritivas y poco abundantes; la persona debe comer sentada en la mesa en un ambiente tranquilo para que no se distraiga; hay que cuidar la presentación de los platos (no muy abundante) y con buen aroma; además de adaptar la consistencia de los alimentos al grado de evolución de la enfermedad. Las texturas deben ser suaves y homogéneas (no se recomienda mezclar diferentes consistencias).
Se recomienda una dieta con cantidades adecuadas de cereales integrales, legumbres, vegetales, frutas y pescados. La dieta debe ser baja en grasas y azúcares.
El principal problema en cuanto a la nutrición de estos pacientes es la pérdida de peso y la desnutrición, aunque también se ha constatado ciertas carencias de algunas vitaminas (como el complejo B, los folatos o la vitamina E) y ácidos grasos esenciales (omega 3). La pérdida de peso se correlaciona con el deterioro de la actividad cognoscitiva y la progresión de la enfermedad. La pérdida de peso parece que puede ser un signo temprano y, a la vez, un factor en la progresión de la enfermedad una vez instaurada.
El 30 % de los enfermos afectados por la enfermedad de Alzheimer presentan una pérdida de peso que, en general, es provocada por las dificultades que tienen para alimentarse correctamente. Según numerosos expertos, es indispensable verificar su forma de comer con el fin de evitar la desnutrición. La detección de desnutrición en una persona afectada por la enfermedad de Alzheimer permite una mejor asistencia y retrasar el agravamiento de los síntomas. Una pérdida de 2 kilos con respecto al peso inicial debe alertar.
El adelgazamiento puede suponer una pérdida de masa muscular, fracturas, mayor dependencia, agravación de la enfermedad y aumento de la tasa de mortalidad. El adelgazamiento, a menudo, refleja una mala alimentación provocada por un aporte insuficiente de calorías.
Un frigorífico vacío, atestado de alimentos caducados, puede ser uno de los primeros síntomas de la enfermedad. De hecho, cocinar y hacer la compra puede ser difícil para ciertos pacientes. La depresión, olvidarse de comer y la sensación de no tener hambre contribuyen a esta situación. Del 30 % al 40 % de los enfermos pueden perder peso antes de ser diagnosticados. Hay que inspeccionar el refrigerador, verificar que la ropa no les quede muy amplia y que los rasgos de la cara no estén muy marcados. También es importante pesar al familiar una vez al mes, aunque no parezca haber perdido peso o diga que come normalmente. Es una prioridad.
Los enfermos afectados de demencia tienen dos veces más probabilidad de presentar una desnutrición. Existe incremento del riesgo de infección (multiplicado de dos a seis veces), aumento de la mortalidad, alteración del estado general (adelgazamiento, astenia, anorexia), más episodios depresivos, aceleración de procesos de dependencia, mayor riesgo de caídas y pérdida de masa muscular.
Es importante buscar sistemáticamente la desnutrición en todas las personas ancianas. Una vez al año, el médico de cabecera debe controlar el peso, una vez al mes cuando la persona está en un centro de acogida y durante cada hospitalización. En las personas afectadas por el mal de Alzheimer, la vigilancia debe ser más frecuente en función de la evolución de la enfermedad y la importancia del riesgo.
Todas las personas afectadas por la enfermedad de Alzheimer presentan una pérdida de peso. Es importante poner en marcha un programa de asistencia de nutrición oral que tenga en cuenta el comportamiento de cada paciente. Se debe proponer una serie de consejos dietéticos, como aumentar el número de comidas y tentempiés a lo largo del día; evitar un periodo de ayuno nocturno demasiado largo (mayor a 12 horas); dar preferencia a los productos hipercalóricos o proteínas adecuados al gusto del paciente; y ayudarlos durante sus comidas.
Enriquecer la alimentación con diferentes productos como la leche en polvo, la leche entera concentrada, queso rallado, huevos, la nata líquida, etc., ligados a la nutrición de personas ancianas. Hay que aumentar el aporte energético y proteico de una ración sin aumentar el volumen.
En caso de fracaso de las primeras medidas, se propondrá un complemento nutricional oral. Los complementos son unas mezclas nutritivas que se toman por vía oral y tienen diferentes sabores y texturas. Son hiperenergéticos e hiperproteicos. Deben consumirse con las colaciones (al menos 2 horas después de una comida) o durante las comidas (además de la comida). El objetivo es alcanzar un aporte alimentario suplementario de 400 kcal al día o de 30 gramos por día de proteínas. La mayoría de las veces se deben dar 2 unidades diarias. Este tipo de complemento mejora la nutrición en el enfermo de Alzheimer, aumenta el peso, el IMC y la masa muscular, además disminuye los episodios infecciosos. También aumenta la autonomía y disminuye la mortalidad.
En el desayuno: un vaso de leche con azúcar y 8 galletas tipo María o una pieza de fruta, un yogur natural o de sabor, pan o biscottes y un quesito. Otra alternativa puede ser una papilla a base de Resource acompañado por cereales.
En la comida y la cena: pasta o sémola de arroz o trigo (también puede sustituirse con tapioca), carne con verduras de guarnición, pan y una pieza de fruta. Asimismo, se puede proponer una verdura con legumbres o patatas, pescado o 2 huevos con arroz hervido de guarnición, pan y un yogur.
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