La anatoxina es una toxina a la cual se le ha quitado su toxicidad a través de un tratamiento con formol o con calor. Generalmente esta sustancia que proviene de una bacteria se emplea para fabricar vacunas porque ya no es tóxica pero conserva sus propiedades antigénicas. Por ello, una anatoxina contribuye al desarrollo de antitoxinas en pocas cantidades y, como consecuencia, a la secreción de células aptas para detectar la toxina. Inyectando una anatoxina a un paciente su sistema inmunitario será mucho más eficaz cuando encuentre a la bacteria.