La queratitis se caracteriza por una inflamación del ojo, localizada a nivel de la córnea. Existen dos tipos, determinados según las causas.
Existen varios tipos de queratitis según las causas y las capas afectadas de la córnea.
En caso de queratitis superficial o ulcerosa, solo la primera capa de la córnea es afectada. Este tipo de queratitis es la mayoría de las veces debido a un traumatismo físico o químico, presencia de un cuerpo extraño, lentes de contacto no adecuados, rayos ultravioletas, gas lacrimógeno, etc. La queratitis superficial también puede ser la consecuencia de una infección viral o de una mala calidad de las lágrimas.
En efecto, lágrimas de mala calidad o poco abundantes vuelven los ojos secos y no protegen lo suficiente la córnea.
Las queratitis intersticiales o profundas afectan las capas más profundas de la córnea. Sus causas son generalmente virales (herpes) o alérgicas.
El principal síntoma de una queratitis, cualquiera que sea su causa, es un dolor intenso. Es a menudo acompañado por lagrimeos, enrojecimientos y una disminución de la agudeza visual.
El dolor también puede volver la luz poco soportable (fotofobia).
La queratitis es detectada con la ayuda de un colirio que permite poner en evidencia la presencia de lesiones sobre la córnea. El examen también puede permitir al oftalmólogo retirar un eventual cuerpo extraño que haya provocado la queratitis.
El tratamiento de una queratitis depende de su causa. Una queratitis ulcerosa se cura la mayoría de las veces al cabo de algunos días, por medio de un tratamiento local, con colirio, pomada, incluso lágrimas artificiales para aliviar los ojos secos. En caso de un dolor fuerte y en caso de fotofobia, el uso de un apósito para mantener el ojo cerrado y protegerlo de la luz puede ser aconsejado.
Un antibiótico o un antiviral local es prescrito para tratar una queratitis de origen infeccioso. Es importante consultar a un médico rápidamente para evitar las complicaciones (infección, absceso).
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