Un absceso inguinal es un absceso que se desarrolla en la región de la ingle, es decir, entre el muslo y el tronco.
Al igual que cualquier absceso, el absceso inguinal es una acumulación de pus que por su evolución gradualmente destruirá el tejido que lo rodea.
El absceso inguinal es causado por una infección localizada y tiene los mismos síntomas que una inflamación. Dependiendo del tipo de absceso inguinal, y especialmente su localización, el tratamiento puede incluir la toma de antibióticos, la aspiración o la extirpación quirúrgica del absceso.
Si el absceso inguinal es superficial, se manifiesta en forma de una masa de tamaño variable, dolorosa al tacto, también llamada tumefacción. Si el absceso inguinal es profundo, puede pasar desapercibido a la palpación, pero puede ser el origen de un dolor en relación con su localización.
Los síntomas más frecuentes del absceso en la ingle son los siguientes: sensación de calor al nivel de la tumefacción; dolor localizado; enrojecimiento; fiebre; si el absceso inguinal está perforado, puede aparecer un derrame de pus al exterior.
Una historia clínica y un examen físico suelen ser suficientes para diagnosticar un absceso inguinal.
Para determinar el tamaño o el nivel de la infección, el médico puede hacer: una ecografía, resonancia magnética o TAC (rara vez se necesita en el absceso inguinal superficial); punción para tomar una muestra; un análisis de sangre.
Las pruebas también sirven para proporcionar la información médica necesaria antes de cualquier cirugía.
En el absceso inguinal, ya sea superficial o profundo, se debe eliminar la pus que contiene. También una desaparición espontánea realizada por el organismo es posible. Esta eliminación se puede realizar bajo anestesia local o general, a través de una punción evacuadora, una incisión o una intervención quirúrgica.
Para evitar recidivas, el médico o el cirujano coloca un drenaje o una mecha absorbente que evacua la pus restante del absceso. La mecha se debe cambiar cada 48 horas por un profesional de la salud.
El tratamiento farmacológico completa el procedimiento. Incluye analgésicos para controlar el dolor y la fiebre, así como antibióticos para superar la infección.
Si un dolor, una sensación de calor, una hinchazón o una fiebre superior a 38 °C se produce, es necesaria una nueva consulta.
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