Al Dr. Steve Chapman (del centro médico Open House) se le suicidó una vez un paciente que sufría de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), que es una dolencia psíquica también conocida como "neurosis obsesiva". Otros pacientes aquejados de ese mismo mal le han puesto pleitos judiciales (presumiblemente injustificados) acusándolo de falta de higiene y otras diversas alegaciones [esto me lo aseguró él mismo; no es ningún rumor; a ver si es capaz de negarlo ante un juez]. Por estos mismos motivos, el Dr. Chapman está rabioso contra tales enfermos, que casi nunca tienen la culpa de sus propios padecimientos. (Cuando yo nací era perfectamente normal. No tengo la culpa de padecer neurosis obsesiva. La mía fue producto de una infancia con un padre alcohólico y autoritario, de un permanente acoso escolar en mi primera juventud, y de unos vecinos rockeros semidelincuentes que ponían música atronadora a todo volumen día y noche, aunque sabían perfectamente que yo estaba convaleciente en el diminuto piso de mi familia sin apenas poder salir a la calle tras varias crisis nerviosas gravísimas y varios intentos de suicidio.) Si sufrís de TOC, os desaconsejo terminantemente que acudáis al centro médico Open House de la calle Atocha de Madrid. Para tratar un asunto tan delicado como son las enfermedades venéreas se precisa una confianza absoluta entre paciente y médico, y un tacto y una delicadeza infinitos por parte de éste último. Pues bien, como se os ocurra mencionarle al Dr. Chapman que padecéis TOC, ya podéis olvidaros de que él cumpla lealmente su fraudulento lema "Atendidos y entendidos" o sus declaraciones en Internet acerca de que seréis tratados con la mayor ternura y comprensión. El Dr. Chapman se convertirá en un auténtico paranoico que os hará muchísimas preguntas muy indiscretas y embarazosas (que, en principio, nada tienen que ver con el motivo de vuestra consulta), y os las hará de muy, muy malos modos. Se mostrará arrogante y despectivo, rehusará daros explicaciones técnicas a vuestras dudas, y no vacilará en humillaros e insultaros soltándoos (literalmente, pues las siguientes son palabras textuales suyas) que los obsesivo-compulsivos "sois lo peor" (a mi modo de ver, quienes son "lo peor" son los que tienen las entrañas podridas por el miedo, el odio y los prejuicios), que "le chupáis mucha energía" y que "os habéis propuesto acabar con su empresa". Si, por culpa de la desorientación y la falta de memoria achacables a la propia dolencia neurótica y a la fuerte medicación que habitualmente se prescribe para controlarla, titubeáis a la hora de contestar las respuestas que os pide brutalmente -u os equivocáis al aportarle datos-, él lo achacará a mala intención y se pondrá "de uñas". Terminará imperando en la consulta un violentísimo ambiente de tensión e intimidación, en el cual, en vez de poder hablar con serenidad y confianza, os dará miedo hacer preguntas íntimas que son muy delicadas ya de por sí, y os estaréis preguntando a vosotros mismos cuál es la respuesta apropiada que hay que dar para que el Dr. Chapman no se ofenda y no os expulse declarándoos "personas non gratas". Y es muy capaz de expulsaros y negarse a continuar atendiéndoos... a pesar de que le hayáis abonado una tarifa exorbitante por tener derecho a un seguimiento completo. Fijaos, este comportamiento lo tiene el Dr. Chapman con personas de extrema vulnerabilidad psíquica, que a menudo sufren de PTS (estrés post-traumático) y por ello están en unas condiciones de extremado nerviosismo e indefensión. En Open House trabajan varios homosexuales; por eso en Internet hay quien califica a este centro médico como "gay-friendly" ("cordial con los homosexuales"). Pero si Open House tuviera un mínimo de ética (que no la tiene) avisaría francamente de que es una empresa "TOC-unfriendly" ("hostil a los enfermos de TOC"). Para Open House, todos los neuróticos son culpables hasta que los propios neuróticos demuestren lo contrario. Es como si alguien, por el mero hecho de haber tenido una desagradabilísima experiencia con un inglés o con un homosexual, decidiera que todos los ingleses y todos los homosexuales son engañabobos y malas personas.
Y, dicho sea de paso, yo le pedí perdón humildemente al Dr. Chapman por mis supuestas "meteduras de pata" y le confesé mis errores cometidos para con él y debidos simplemente a mi despiste. El jamás se dignó ni se dignará hacer nada parecido... excepto hipócritamente en las redes sociales, las cuales visita mucho, a fin de conseguir clientela.
Además, el Dr. Chapman ni siquiera conoce los fundamentos de su oficio. Él, según él mismo, puede hacer la prueba IgG-IgM para detectar la sífilis casi infaliblemente. A mí me la hizo, me salió positivo, y me dijo que era imposible para cualquier médico determinar si se debía a un contacto reciente o a uno de veinticinco años atrás. Pues bien, resulta que la prueba IgG-IgM, suponiendo que la hagan buenos profesionales con buenas instalaciones, está diseñada precisamente para determinar si un positivo en sífilis se debe a una infección reciente o a una antigua pero que se haya curado espontánea o inadvertidamente. Tuve que hacerme posteriormente esa misma prueba (y varias otras complementarias) con mucho mejores médicos y en mucho mejores condiciones técnicas (y humanas), y me dio siempre negativo, tanto para mi historia reciente como para la antigua.
Por si fuese poco, como el Dr. Chapman, atacado de uno de sus "berrinches", se "olvidó" de darme unas cuantas explicaciones básicas (y yo tenía terror a preguntarle nada), me pasé tres espantosos meses creyendo que me quedaba poco tiempo de vida. Y el Dr. Chapman me aconsejó hacerme una punción en la médula espinal para averiguar si unos síntomas dolorosísimos que tengo desde antiguo eran producto de una sífilis no curada o meramente psicosomáticos; se trata de una intervención médica (que en realidad era absolutamente innecesaria para mí) incomoda en el peor de los casos y peligrosa en el peor. Menos mal que mi psiquiatra, muy sensatamente, me prohibió hacérmela.
Por causa de mi experiencia en Open House, durante muchos meses sufrí sudores, horribles pesadillas y crisis de angustia. Y necesité ver a muchos más especialistas en enfermedades venéreas de lo que yo hubiera querido, debiendo contarles a todos ellos cosas muy dolorosas y muy íntimas. Y me gasté unos 1.200 euros directamente en Open House, y otros 1.000 en muchos otros sitios por complicaciones derivadas de mi visita a Open House. (Y, creedme, no soy ningún millonario). En definitiva, Open House me cobró un precio de lujo por una atención infrahumana. Y arruinó definitivamente una relación sentimental mía que estaba en situación precaria.
Si sois de esa gente que no tiene escrúpulos en servirse habitualmente de la trata de blancas o que le pone tranquilamente los cuernos a su pareja, el Dr. Chapman os atenderá muy amablemente. (Ahora bien, no os fiéis de sus diagnósticos; y, a pesar de lo que dice su publicidad, si los que tenéis TOC le decís que os habéis hecho pruebas en otro centro, se sentirá indignado y no os dará explicaciones sobre las posibles discrepancias entre los diversos diagnósticos, como si de un misterio teológico se tratara, y os dejará hechos un mar de dudas y os exigirá una fe ciega en su propio diagnóstico.) Pero, si sois de esas personas angustiadas que desean sincera y abiertamente enmendar un error, procurando con grandes sacrificios económicos obtener la mejor atención médica posible, el Dr. Chapman no tendrá piedad con vosotros en cuanto recele remotamente (con o sin razón) de que le podríais arruinar su muy lucrativo negocio.
Por cierto, que los otros médicos que hube de ver por causa de la negligencia del Dr. Chapman no me dieron ningún problema ni yo les di ninguno a ellos, y me acogieron con un trato exquisitamente humano y comprensivo, y me animaron a volver siempre que quisiera y a no tener miedo de hacer cualquier pregunta, por muy disparatada o absurda que pudiera parecer desde mi punto de vista o el suyo. Algunos ni siquiera me quisieron cobrar una que otra de sus consultas. Y todos me dijeron que el comportamiento del Dr. Chapman era muy poco ético. Una médica me dijo: "¿Por qué se confía Vd. a mediquillos de quien nadie ha oído hablar, en vez de a profesionales de probada reputación?" Otro me dijo que a él mismo ya lo habían demandado injustamente varias veces, pero que no por eso pensaba discriminar a nadie ni ensañarse con inocentes indefensos.
El Dr. Chapman se portó conmigo como un verdadero "bully" o matón o abusón de patio de colegio, una de las tipologías más repugnantes que existen y de la que por desgracia sé muchísimo. Al final de la última consulta privada que con él tuve, que me costó 50 euros (es increíble que uno deba pagar tan "módico" precio por verse tan indignamente maltratado al hacer respetuosamente algunas preguntas muy razonables procediendo de alguien que por entonces era completamente ignorante en las materias de las que se trataba, y que ya antes había advertido de sus dificultades psíquicas -hoy día casi por completo curadas, con sólo algunas secuelas- con objeto de obtener un mejor entendimiento y tratamiento médico y personal, y no un un mayor ensañamiento; lo lógico sería al revés, digo yo, o sea que a uno lo pagaran por pasar tan mal trago), me acorraló verbalmente y me humilló, concluyendo con la siguiente frase pronunciada con cara de profundo odio: "Los neuróticos obsesivos sois lo peor. Me vais a arruinar esta empresa que creé para que los pacientes recibieran un trato como nunca lo recibirán en la Sanidad pública."
En una cosa tiene toda la razón, debo reconocerlo. En la Sanidad pública (o en cualquier otra, si a eso vamos) nunca me han dado un trato como el que recibí de él. Nadie. Jamás.
De pocas cosas me he arrepentido tanto en mi vida como de la mañana en que llamé para pedir cita en Open House, creyéndome todas las dulces promesa que ese señor (por llamarlo de algún modo) hace en su página web, sin imaginar yo ni de lejos la experiencia tan espantosa en que aquello se iba a convertir: quizá la pesadilla más horrorosa de una vida llena de pesadillas horrorosas... con muchas más repercusiones y complicaciones demenciales de lo que, por razones de espacio y de discreción personal. Y llegué allí con toda confianza... y con toda confianza aboné la descomunal suma que me pidieron por adelantado.
En Open House, para mayor recochineo, por cierto, tienen un gabinete de atención psicológica para atender a pacientes que sufren de ansiedad, depresiones y obsesiones relacionadas con enfermedades venéreas. Si estos psicólogos de Open House (que no visité y no conozco, y sobre los cuales, por tanto, no puedo opinar) emplearan los mismos métodos que el Dr. Chapman, la tasa de suicidios entre los clientes se dispararía brutalmente, sin duda alguna.
Ah, y resulta que alguien de la directiva de Open House que firma con diversos pseudónimos se pasea actualmente por las páginas web de foros de debate sobre ETS, donde, en medio de un coloquio por escrito, cuando un enfermo (posible o real) expresa sus dudas e incluso terrores, él le ofrece amablemente los servicios de Open House, como si se tratase de un buen samaritano dedicado a consolar a los afligidos. ¿Se puede ser más buitre carroñero? Qué asco.
P. S. nº 1. Cito unas declaraciones relativamente recientes de un buen médico, recogidas en una publicación digital: "Nuestras relaciones con los demás están marcadas por ideas preconcebidas. La persona que ve a todo el mundo como una amenaza actúa con tal desconfianza y agresividad que provoca esas mismas actitudes por parte de los demás. En cambio, si mostramos una expectativa de bondad y colaboración, atraeremos a personas de ese mismo signo."
P. S. nº 2. Cito un párrafo del capítulo 2 de "El agente secreto", de Joseph Conrad, donde se describe a un hombre muy similar al Dr. Chapman: "Tenía un aire indescriptible (...), ese aire propio de los hombres que viven de los vicios, las locuras o los temores más bajos de la humanidad; ese aire de nihilismo moral propio de los dueños de garitos y de burdeles, de los detectives privados y la policía secreta, de los traficantes de alcohol y, lo sospecho, de quienes venden cinturones eléctricos o inventan tónicos maravillosos." ("There was about him an indescribable air (...): the air common to men who live on the vices, the follies, or the baser fears of mankind; the air of moral nihilism common to keepers of gambling hells and disorderly houses; to private detectives and inquiry agents; to drink sellers and, I should say, to the sellers of invigorating electric belts and to the inventors of patent medicines.")