La finalidad de la anestesia es conseguir que una operación o una exploración médica, generalmente dolorosa, se pueda realizar al paciente con la máxima seguridad y en las mejores condiciones de confort y bienestar.
El anestesista es la persona que va a orientar sobre las posibilidades y sobre la técnica que mejor se adapta en cada caso.
A menudo se puede elegir entre varias opciones (por ejemplo, una hernia inguinal se puede operar bajo anestesia local, espinal o general). En otras ocasiones, sólo es posible la anestesia general. A menudo se asocian varias técnicas, especialmente para el control del dolor postoperatorio (por ejemplo, anestesia general y epidural en operaciones de cirugía torácica).
Antes de aplicar cualquier tipo de anestesia es importante comentar con el médico todas las enfermedades y operaciones previas, si es alérgico a alguna medicina, alimento o material, si toma medicación habitual (anotar los nombres y las dosis), si consume tabaco, drogas o alcohol, si ha tenido (usted o algún familiar) problemas con la anestesia anteriormente, y si tiene en la actualidad alguna infección o catarro. Hay que estar en ayunas antes de la anestesia, aproximadamente 8 horas para los sólidos como mínimo y 4 para los líquidos.
La anestesia local puede ser de varios tipos:
A todos los tipos de anestesia local se puede asociar una sedación más o menos intensa para que el enfermo se quede más tranquilo, relajado y, en ocasiones, hasta dormido durante la operación.
Consiste en dormir al enfermo, manteniéndole inconsciente durante la operación, suministrándole analgésicos para calmar el dolor producido por la cirugía y manteniendo todos sus órganos vitales en perfecto funcionamiento durante la intervención quirúrgica.
La anestesia es una de las ramas de la medicina que ha avanzado más en los últimos años. Actualmente, la anestesia es muy segura. Eso no quiere decir que sea fácil de realizar.
En, aproximadamente, 1 de cada 100 pacientes aparecen problemas.
Aunque la mortalidad atribuible exclusivamente a la anestesia (excluyendo la debida a la cirugía) es muy baja, de 1 muerte por cada 10.000 anestesias, hay un riesgo de lesiones neurológicas, cardiacas, respiratoria o de otros órganos, transitorias o permanentes.
El riesgo anestésico se ve aumentado con otros factores, como el tipo de cirugía, la edad del paciente, la presencia de enfermedades asociadas (diabetes, hipertensión...), obesidad, malos hábitos (tabaco, alcohol...), medicamentos que toma o de complicaciones que puedan surgir imprevistas durante la operación.
El anestesiólogo es la persona más capacitada para resolver las dudas.