El lupus es una enfermedad autoinmune evolutiva, que puede afectar diferentes órganos. La afección renal es el principal riesgo de complicación de esta afección.
El lupus eritematoso diseminado (o sistémico) es una enfermedad autoinmune crónica, de manifestaciones diversas, que puede afectar uno o varios órganos, como la piel, las articulaciones, las células de la sangre, los riñones y el corazón.
Una "enfermedad autoinmune" se caracteriza por la disfunción del sistema inmunitario, cuando éste ataca a las células del organismo y las destruye.
El lupus afecta más frecuentemente a las mujeres (el 90 % de los pacientes afectados por esta enfermedad) y las personas de piel negra.
Entre los factores y las causas implicadas en la aparición de un lupus se encuentran: el estrés y el surmenage, la exposición al sol, el embarazo, el parto, ciertos medicamentos como la procainamida, la quinidina, la hidralazina, el virus Epstein-Barr y/o una afección genética. Estos son reconocidos como factores de riesgos o como causas implicadas en la aparición de un lupus.
La aparición de erupciones cutáneas (eritema facial), afecciones articulares (poliartritis), fiebre, cansancio, dolores musculares, pleuresía, adelgazamiento discreto y/o pericarditis pueden orientar hacia el diagnóstico del lupus.
Se establece en presencia de síntomas clínicos y/o signos biológicos característicos (nivel elevado de anticuerpos antinucleares en la sangre).
La evolución de un lupus fluctúa, la enfermedad alterna períodos de aparición (a menudo desencadenados por factores medioambientales) y de remisión más o menos largos.
En caso de afección renal, 20 al 30 % de casos de nefritis lúpica evolucionan hacia una insuficiencia renal crónica en el plazo de 5 a 10 años.
El tratamiento consiste en luchar contra la inflamación y disminuir la activación del sistema inmunitario. Se basa en la toma de corticoides, de inmunomoduladores y de inmunosupresores.