El alzhéimer es una enfermedad cerebral que causa problemas en la memoria, la forma de pensar y la manera de comportarse. Esta enfermedad es una de las formas más frecuentes de demencia.
El envejecimiento de la población se ha acelerado desde los años 80. Es por ello que el número de ancianos de más de 80 años aumenta cada año.
La enfermedad de Alzheimer es una afección neurodegenerativa que conlleva un deterioro progresivo y definitivo de las células nerviosas, lo que provoca demencia senil. El progresivo deterioro cognitivo provoca diferentes manifestaciones psicológicas y desórdenes en el comportamiento lo que provoca, a la larga, una pérdida de autonomía.
La enfermedad de Alzheimer evoluciona de forma lenta y engañosa durante 8 o 10 años. Este padecimiento tiene una profunda repercusión sobre la vida diaria de los pacientes, quienes sufren en su vida diaria la pérdida de autonomía, la dependencia y las frecuentes hospitalizaciones.
La demencia senil provocada por el mal de Alzheimer es de las más frecuentes entre las enfermedades degenerativas del cerebro. El 50 % de las situaciones de dependencia de los ancianos se deben a la demencia. La enfermedad de Alzheimer se ha convertido en un verdadero problema de salud pública y cada vez aumenta el número de enfermos, en parte, por el diagnóstico hecho a tiempo y una mayor esperanza de vida.
En España, según cifras de 2006, existían 4.000 afectados en edad presenil (antes de los 65 años de edad) y 300.000 ancianos afectados por la enfermedad. En Europa, la incidencia global alcanza el 6,9 por 1.000 hombres y el 13,1 por 1.000 mujeres, diferencia que se explica porque las mujeres, por lo general, tienen una mayor esperanza media de vida.
Todavía se desconocen las causas del alzhéimer, pero existen tres principales hipótesis: el déficit de la acetilcolina (un neurotransmisor), la acumulación de sustancia amiloide o proteína tau (daña las células) y los trastornos metabólicos. Sin embargo, cada vez se tiene más claro que su etiología es multicausal, es decir, que existen una serie de factores de riesgo (genéticos y ambientales) que, al interferir entre sí, provocan la aparición de esta enfermedad.
Los primeros signos de alerta de la enfermedad de Alzheimer incluyen los cambios en la personalidad, un deterioro en la capacidad de movimiento o al caminar, dificultades para comunicarse, un bajo nivel de energía, una pérdida de memoria, cambios en los estados de ánimo, problemas de atención y orientación, así como la incapacidad para resolver operaciones aritméticas sencillas. Especialmente cuando estos signos empiezan a interferir en las actividades de la vida diaria es cuando hay que consultar con el médico.
El mal de Alzheimer tiene una evolución progresiva con una duración de dos a 20 años. En su etapa final, los pacientes pierden la capacidad de masticar y tragar alimentos, quedan postrados en cama y se vuelven vulnerables a la neumonía y otras enfermedades. Además, se vuelven cada vez menos receptivos, pierden el control corporal, necesitan atención constante y no reconocen a nadie, incluidos sus seres más cercanos como sus hijos o hermanos.
Los principales factores de riesgo de padecer alzhéimer son: la influencia genética (en los casos en los que un familiar directo padece la enfermedad, la probabilidad de que su descendencia la desarrolle es de 2 a 4 veces mayor); la edad (el riesgo se duplica cada 5 años, a los 65 la probabilidad de padecer Alzheimer es del 10 %, mientras que a los 85 años del 50 %); el sexo (este factor de riesgo no está claro, existe un mayor porcentaje de mujeres que presentan la enfermedad, pero puede deberse a su mayor esperanza de vida); y el nivel educativo (la ejercitación cognitiva y el aprendizaje estimulan la comunicación de las neuronas).
Otras causas del mal de Alzheimer son la hipertensión arterial de larga evolución, los antecedentes de traumas craneales, la nutrición (una dieta de alto contenido calórico, con altos niveles de ácidos grasos saturados y de ácidos grasos omega 6), los niveles altos de homocisteína (aminoácido orgánico que interviene en procesos fundamentales para el organismo, pero que en concentraciones altas está íntimamente relacionada con la aparición de cardiopatías y neuropatías) y los antecedentes de depresión. Además del tabaco, una vida sedentaria, la diabetes y la obesidad.
Actualmente no hay cura para esta enfermedad, pero diversos tratamientos pueden ayudar a controlar los síntomas cognitivos y de comportamiento.
Existen cuatro medicamentos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos. Se conocen como inhibidores de la colinesterasa, que regulan y controlan los síntomas. Entre ellos, destaca el Donepezil (Aricept), aprobado para tratar todas las etapas; el Rivastigmine (Exelon) y la Galantamine (Razadyne) aprobados para tratar el alzhéimer leve o moderado.
El Memantine (Namenda) regula la actividad del glutamate, un mensajero químico que juega un papel en el aprendizaje y la memoria. Este medicamento está aprobado para tratar el alzhéimer de moderado a severo.
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