La memoria de hechos recientes o memoria a corto plazo es la más afectada por la enfermedad de Alzheimer. La memoria a largo plazo se conserva más tiempo.
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad degenerativa de carácter neurológico, progresa lentamente y en la actualidad es incurable. Por lo general, comienza con algunos olvidos y tendencia a la distracción. Luego aparece un declive cada vez más profundo. Empiezan a aparecer dificultades para leer, hablar y reconocer objetos, además hay cambios cada vez más bruscos en el comportamiento.
Al final, el paciente que sufre de alzhéimer alcanza un estado de demencia avanzada, ya no puede valerse por sí mismo y pierde totalmente su autonomía. La enfermedad de Alzheimer aparece generalmente en las personas mayores de 65 años.
Aunque los científicos saben que esta patología implica un deterioro progresivo de las células cerebrales, todavía no se conoce por qué se produce esta enfermedad. Sin embargo, se han identificado algunos factores de riesgo que aumentan las posibilidades de desarrollarla. Entre ellos está la edad avanzada (una persona de cada nueve mayores de 65 años tiene alzhéimer y casi un 30 % de la gente con más de 85 años tiene la enfermedad), una historia familiar de alzhéimer y los factores genéticos. También otros factores como las lesiones graves en la cabeza, la diabetes, factores ambientales, el estilo de vida, el síndrome de Down, el género (es mas frecuente en las mujeres aunque podría deberse al hecho de que viven más).
La enfermedad de Alzheimer suele afectar a las personas mayores de 65 años. Sin embargo, hay que tener en cuenta que también se pueden detectar casos entre personas más jóvenes. Menos de 1 % de los casos de alzhéimer son episodios prematuros y todos ellos son de causa genética. La edad media del diagnóstico se sitúa en los 80 años.
Los problemas de memoria están presentes y predominan en más del 80 % de los casos. Las posibilidades de aprender nuevas habilidades quedan reducidas. El paciente experimenta dificultades para expresarse, no encuentra las palabras y se le dificulta construir frases. Tiene un vocabulario pobre, a veces es incomprensible y su pronunciación está perturbada.
Aparece una desorientación en el tiempo (no sabe la fecha ni la hora) y en el espacio (desconoce donde vive, se pierde en cuanto sale de casa). También es frecuente que deambule durante muchas horas sin sentir el cansancio. El paciente no sabe adaptarse a la vida diaria, no puede alimentarse y no quiere consultar con un médico en caso de problemas de salud.
Los pacientes colocan los utensilios en lugares inadecuados, sufren angustia por no reconocer objetos y caras, además confunden a sus seres cercanos. No se reconocen en el espejo y se distraen. Tienen cambios súbitos en su comportamiento y expresiones.
Se muestran más pasivos y con indiferencia, pero pueden sentir alegría o tristeza. Aunque a veces parezca que están en otro mundo, estos pacientes necesitan amor, atención, ser escuchados y ser considerados como seres humanos que piensan, sienten emociones, sufren y se divierten.
Son propensos a sufrir accidentes, por ejemplo, caídas que puedan provocar fracturas y agravar el estado de salud. Es indispensable prevenir los efectos de la desnutrición.
También es importante notar que durante los primeros síntomas, numerosos pacientes no piensan que están enfermos y niegan su estado patológico.
Suelen emplearse dos sistemas para evaluar la evolución de la enfermedad de Alzheimer. Uno de ellos se basa en la progresión de la demencia y tiene tres etapas: la fase leve, la fase moderada y la fase grave.
El otro sistema, que suele ser utilizado por los profesionales más especializados, se basa en la escala de deterioro global (del inglés Global Deterioration Scale, GDS), que considera siete etapas en la evolución del alzhéimer. Ya que la progresión de esta enfermedad tiene un curso continuo y progresa lentamente, los límites de cada una de las etapas no siempre están claramente definidos, pero permiten una graduación clara para orientar el seguimiento.
La escala GDS se basa en la teoría de la retrogénesis, según la cual, una persona con alzhéimer va perdiendo las capacidades cognitivas y funcionales en orden inverso a cómo se adquieren de forma natural con el crecimiento y la maduración cerebral. Así, una de las capacidades afectadas en la fase leve es la capacidad de gestionar el dinero, mientras que el control de esfínteres se pierde más tarde en la evolución de la enfermedad, al revés de cómo sucede en el desarrollo de un niño.
Siempre se ha de empezar haciendo una historia clínica completa mediante unas preguntas al enfermo y a las personas que conviven con él. Es importante realizar un diagnóstico lo más pronto posible, iniciar el tratamiento y lograr así prolongar la autonomía del paciente.
Se realiza un examen neuropsicológico para buscar déficits cognitivos. Se completa el estudio con una prueba de imágenes cerebrales como una resonancia magnética. Esta técnica permite hacer cortes en el plano frontal y es la más indicada para detectar esta atrofia (se observa mejor que el escáner). También en las pruebas funcionales de neuroimagen, llamadas SPECT o PET, puede observarse un patrón típico de Alzheimer.
El alzhéimer es una enfermedad que, de momento, no tiene cura. La falta de tratamientos efectivos y el aumento de la esperanza de vida convertirán al alzhéimer en la epidemia de nuestro siglo.
El tratamiento de los síntomas puede dar a los pacientes bienestar, dignidad e independencia durante un periodo más largo de tiempo.Tres medicamentos inhibidores de un enzima denominado colinesterasa suelen ser recetados: el donepezil (Aricept), el rivastigmine (Exelon) y el galantamine (Razadyne). Es importante tener en cuenta que ninguno de estos medicamentos detiene la evolución de la enfermedad.
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