La situación de desempleo afecta nuestra rutina diaria, pero también a nuestra salud.
Los desempleados pueden ir al médico por inseguridad, falta de autoestima o un sentimiento de inutilidad. El ritmo que nos impone el trabajo nos marca una rutina cada día, cosas como la hora que nos levantamos, el lugar de residencia, cuando comemos, qué comemos.
La baja autoestima y el estrés son la base de muchos de los trastornos físicos y psicológicos que sobrevienen con el desempleo. Al quedarnos en paro perdemos nuestra rutina y seguridad, nos sentimos perdidos y sin responsabilidades, no somos nada ante la sociedad. La opinión de nuestros amigos y familiares y el qué dirán también nos afecta.
El desempleo puede provocar depresión, tristeza, estrés, trastornos del sueño como problemas para conciliar el sueño, sueño poco profundo, poco reparador, despertares frecuentes.
Además, inapetencia sexual, mayor consumo de alcohol y otras drogas, existe más riesgo de accidentes, generación de respuestas agresivas, trastornos de ansiedad, tipo ataques de pánico o trastornos obsesivo-compulsivos. Así como fobias, problemas de percepción y atención.
Entre las enfermedades psicosomáticas más frecuentes están asma, artritis, úlceras, cefaleas o cardiopatías coronarias.
La llamada neurosis de paro suele presentarse en los hombres que se encuentran al final de su periodo de subsidio por desempleo. Aparece una frenética y exagerada actividad encaminada a encontrar un nuevo empleo o una nueva fuente de ingresos. Se caracteriza por debilidad y agotamiento, graves alteraciones del sueño, una anemia por una alimentación insuficiente, sentimientos depresivos y manifestaciones hipocondríacas.
Es muy importante el papel protector de la familia y amigos hacia la persona que se queda sin trabajo. La actitud de la familia es fundamental para que el desempleado pueda llevar de la mejor forma posible su nueva situación. Compartir la situación con él: hacerle ver que es un problema de toda la familia, no sólo suyo, y que aunque es grave lo van a superar juntos. No quedarse al margen y ayudarle activamente a buscar trabajo.
Tener paciencia y valorar las posibles ofertas laborales que le vayan saliendo, intentar tener en cuenta sus preferencias y posibilidades en la medida de lo posible. No mostrar extrañeza si le dice que está cansado y se ha ocupado muchas horas buscando trabajo o haciendo las tareas del hogar. Intentar que no se sienta solo, acompañarlo, darle cariño. Si a pesar de todo no es suficiente ayudarlo a buscar ayuda psicológica.
El parado debe intentar ser optimista y ver el vaso medio lleno. Es importante poder hablar del tema con naturalidad. Recordar sus virtudes y sus logros. El paro constituye una dura prueba para la estabilidad de una familia, pero también pueden aportar una oportunidad para restablecer el contacto personal-familiar perdido por diversas causas.
El disponer de más tiempo libre para el ocio común, encontrar nuevas actividades que no impliquen necesariamente gastar, planificar conjuntamente los gastos de manera distinta, etc, pueden llegar a constituir una forma de reencontrarse en la pareja.
En las empresas que están sufriendo reestructuraciones internas, los traumas no sólo los sufren los empleados que tienen que marcharse, sino que los que permanecen también son víctimas del estrés *La incertidumbre al pensar si "seré yo el siguiente". La pérdida del compañero de trabajo con el llevas muchos años compartiendo.
Asumir las funciones del compañero ausente. El miedo ante un posible cambio de jefe. El miedo a un posible traslado a otro departamento. Los rumores de desplazamiento a otro centro de trabajo, etc.
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