La desnutrición provocada por la enfermedad de la anorexia perjudica el correcto funcionamiento de numerosos órganos del cuerpo humano, de los músculos, de los huesos y de las hormonas.
La anorexia mental o nerviosa pertenece a la familia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
La anorexia mental se caracteriza por una pérdida del apetito que imposibilita alimentarse adecuadamente durante varias semanas, meses o años. Esta falta de apetito se convierte en una enfermedad cuyo eje central es la obsesión por la delgadez.
La anorexia mental afecta a miles de adolescentes, por lo general mujeres jóvenes. Además, de entre todos los trastornos psiquiátricos, posee la tasa más alta de mortalidad por suicidio.
La anorexia puede desencadenar numerosas complicaciones e incluso causar la muerte. En efecto, cuando las complicaciones son muy severas se requiere la hospitalización ya que la vida del paciente corre peligro. Del mismo modo, la desnutrición provocada por el rechazo a alimentarse correctamente repercute físicamente en numerosos órganos del cuerpo humano, así como en los músculos, los huesos y en las hormonas.
La primera consecuencia en el organismo de la pérdida de peso es la amenorrea (ausencia de la menstruación) que, además, puede provocar problemas de fertilidad.
El adelgazamiento aumenta el riesgo cardíaco y también se ha observado una disminución del ritmo cardíaco, llamada bradicardia.
Los riesgos de padecer osteoporosis aumentan.
Asimismo, los vómitos repetidos modifican el esmalte de los dientes que se vuelve más frágil y facilita la aparición de caries. Vomitar, además de descamar los dientes, provoca la aparición de problemas periodontales.
Los vómitos provocan anomalías metabólicas como las bajadas del potasio que pueden provocar una insuficiencia renal y/o un paro cardiaco.
La desnutrición provocada por la anorexia produce una disminución de la presión arterial, un aumento de la sensación permanente de frío, fatiga, malestar general y estreñimiento.