Hasta los seis meses, el recién nacido se alimenta exclusivamente de leche materna. Pero a partir de los seis meses de vida, el bebé necesita otro tipo de nutrientes que solo se encuentran en los alimentos comunes.
La leche materna es la mejor opción para este período ya que cubre las necesidades nutricionales del niño hasta los seis meses. Una vez introducida la alimentación complementaria, la leche materna cubrirá el aporte de leche necesario durante este periodo. Nunca debe iniciarse al bebé en la alimentación complementaria antes de los cuatro meses y si es posible, tampoco antes de los seis meses. La leche infantil será utilizada en ausencia de la leche materna o como un complemento de esta.
Desde el nacimiento hasta los cuatro o seis meses de vida, el bebé toma leche materna o leche artificial. La leche artificial está compuesta de agua débilmente mineralizada y leche de primera edad (dosis con medidor al raso).
Desde el nacimiento hasta el primer mes, el bebé necesita seis biberones de 90 ml de agua y tres dosis de leche o seis biberones de 120 ml de agua y cuatro dosis de leche.
Durante el segundo mes, un lactante bebe seis biberones de 120 ml de agua y cuatro dosis de leche o cinco biberones de 150 ml de agua y cinco dosis de leche.
En el tercer mes, el recién nacido necesita cinco biberones de 150 ml de agua y cinco dosis de leche.
En el cuarto mes, el lactante toma cinco biberones de 150 ml de agua y cinco dosis de leche o cuatro biberones de 180 ml de agua y seis dosis de leche.
Para saber cuál es la cantidad de leche necesaria para un bebé que se alimenta exclusivamente de leche materna se puede emplear la regla de Appert. Según esta regla, la cantidad de leche diaria del niño es igual al peso del niño de 1/10 kg + 200 a 250 ml dividido entre 10 + 100 ml, sabiendo que los aportes energéticos recomendados son de 90 kcal por cada kg.
La cantidad de leche de cada biberón dependerá del apetito del bebé, aunque debe mantenerse dentro de unos límites razonables (30 ml de agua más una dosis de leche). No hay que forzar nunca al bebé a acabarse su biberón.
El bebé tiene que expulsar en forma de eructos el aire que haya tragado durante la toma del pecho y debe hacer pausas durante cada toma y una vez acabada la toma. La duración de la toma del pecho es variable pero no debe superar 45 minutos.
Se recomienda dejar pasar tres horas entre biberones pero respetando el ritmo del bebé. No hay que ser muy estricto en los horarios de las comidas y si es posible no se debe despertar al niño.
Entre biberón y biberón se recomienda dar al bebé agua débilmente mineralizada (sin azúcar) si el bebé lo pide. Si rechaza el agua, no significa que no le guste sino que en ese momento no la necesita. No se aconseja dar zumos de fruta a un bebé menor de seis meses y tampoco harinas antes de los cuatro meses.
Desde el nacimiento hasta los cuatro o seis meses, el bebé toma leches de la primera infancia, que son leches o preparaciones para la lactancia. Desde los cuatro o seis meses hasta los doce meses, el bebé toma leches de la segunda infancia.
En cambio, desde los diez o doce meses hasta los tres años de edad, un bebé necesita preparaciones especiales para el niño de corta edad llamadas leches de crecimiento.
Se aconseja dar el desayuno al bebé sobre las ocho de la mañana. A las diez de la mañana se le puede dar algo de fruta.
El bebé debería comer al mediodía, tomar la merienda a las cuatro de la tarde y la cena entre las siete y las ocho de la tarde.
Hasta los seis meses de edad, se recomienda alimentar el bebé con lactancia materna exclusiva ya que la leche materna le aporta todos los nutrientes que necesita.
Sin embargo, a partir de los seis meses es necesario introducir las primeras papillas. Cuando llega este momento, la alimentación es mixta o complementaria aunque el alimento más importante del bebé sigue siendo la leche.
Las primeras papillas son las de verduras como papa (o patata), las de zanahoria o las de zapallo. También los cereales (precocidos o no) y ciertos purés de frutas (manzana, plátano o pera). El bebé puede tomar la fruta cruda o cocinada como compota.
A partir de los seis meses, el bebé puede comer hortalizas, verduras y legumbres en forma de purés o papillas como alimentación complementaria a la leche. Las espinacas, los puerros, la coliflor, la patata, las judías verdes, el calabacín o las zanahorias son las más fáciles de digerir.
Los purés pueden guardarse en la nevera siempre que los recipientes se mantengan bien cerrados y los purés se consuman al día siguiente. También pueden congelarse y comerse al día siguiente.
Las frutas son un buen complemento de la leche materna o de fórmula a partir de los seis meses. Ciertas frutas pueden provocar problemas de alergia por lo que se recomienda introducirlas poco a poco (cada tres o cuatro días) y controlar si aparece alguna reacción sospechosa.
A esta edad, un bebé puede comer sin problemas las manzanas, peras, plátanos, ciruelas, cerezas (sin hueso), uvas (sin piel ni pepitas), kiwi y piña. Las frutas más dulces (el melón, la sandía, la papaya y el mango) deben introducirse más adelante.
Como desayuno, un bebé puede tomar un biberón o una papilla de 210 ml a 250 ml de leche y cuatro medidas de cereales. Para los bebés que se alimentan de leche materna, su toma habitual.
A media mañana, un puré de fruta y para almorzar, entre 100 g y 150 g de puré de verduras con 40 g de carne (pesada en crudo) y un poco de zumo natural.
Para la merienda, la mejor opción es un una papilla de 125 g a 220 g de fruta natural a la que se le puede añadir un poco de yogur apto para bebés.
Para la cena, un biberón o una papilla de 210 g a 250 ml de leche y cuatro medidas de cereales. Los bebés que toman pecho, su toma habitual. Si el bebé se despierta por la noche, se le puede dar un biberón de leche o una toma de pecho.
Para más información sobre la alimentación del bebé de 0 a 6 meses, consulta Parasaber y Bebé.
Foto: © Oksana Kuzmina - 123RF.com