Al abordar el tema de fertilidad y esterilidad es necesario tener en cuenta la dimensión psicológica. Se considera que una pareja tiene problemas de infertilidad cuando no logra concebir un hijo en un periodo de un año.
La infertilidad psicológica se refiere a los casos en los que no se detecta ninguna causa orgánica. Sus causas suelen ser de orden psicológico o emocional, siendo el estrés prolongado la causa más frecuente. El estrés provoca una serie de alteraciones como el desprendimiento en el torrente sanguíneo de cortisol. Debido a esta hormona, el organismo interpreta que, en esos momentos, concebir sería un peligro y que, por tanto, no es prioritario. Avisa al hipotálamo, que es el encargado de mandar la orden de maduración de los ciclos menstruales, para inhibir o desaparecer en muchos casos la menstruación durante los periodos de estrés. En el hombre el estrés tiene una influencia sobre el volumen y la movilidad de su esperma.
Existen varios factores emocionales que pueden estar relacionados con la infertilidad. Es importante tener en cuenta que estos juegan un doble papel. A menudo, los problemas de fertilidad están asociados a dificultades emocionales, bloqueos, miedo o estrés. Cuando no se consigue un embarazo aparecen emociones como el dolor, la tristeza, la ansiedad o el miedo a no cumplir.
El estrés puede influir en la ovulación, provocar falta de menstruación, disminuir la cantidad de óvulos o generar contracciones uterinas que impidan la implantación del óvulo fecundado. Algunos de los miedos que pueden aparecer en la mujer son el miedo al parto, no ser madre, ganar peso o perder la figura que tenía antes del embarazo.
Otros problemas psicológicos que pueden aparecer son los conflictos en las relaciones familiares, traumas anteriores o no resueltos, algún aborto previo o problemas a nivel de la pareja no asumidos.
Como en todas las enfermedades, el estado psicológico interviene de alguna manera. El caso de las parejas que deciden adoptar porque no lograron un embarazo con el tratamiento de fecundación in vitro (FIV) y después quedan embarazadas de forma natural, es característico de lo que los médicos y los psicólogos llaman relajarse. Por otro lado, la práctica de la FIV, que permite a numerosas parejas conseguir un embarazo, tiene repercusiones psicológicas que deben conocerse.
Hay que tener en cuenta la dimensión psicológica que muchas veces la medicina deja a un lado. Una persona que padece un problema de infertilidad posee una historia y sufrimientos que pueden intervenir en el proceso. Para ayudar a más mujeres y hombres, los médicos y el personal de salud deben escuchar y dedicar tiempo para dejar que los pacientes expliquen y liberen sus angustias.
Muchas parejas creen que son las únicas, pero una pareja de cada 6 tienen problemas parecidos. No poder concebir un hijo es, a menudo, sinónimo de vergüenza. Los miembros de la pareja se encierran cada vez más en sí mismos, se aíslan, ven menos a sus amigos o familiares por miedo a enfrentarse a esas preguntas punzantes que les dan pánico, como: ¿no van a tener un bebé para este año? o ¿no han tenido hijos todavía? No soportan encontrarse con parejas con niños, ya que esta situación les recuerda lo que ellos viven dolorosamente como un fracaso. La imposibilidad de traer al mundo un niño es vivido como un drama o una maldición. En ocasiones se vuelve una situación insoportable. Algunas parejas no superan esta prueba y se separan.
La experiencia médica, muy técnica y deshumanizada, así como los exámenes conllevan a que ciertas personas no soporten los trámites. Por ejemplo, se arrepienten en las citas y se realizan los exámenes y tratamientos en unas condiciones psicológicas desastrosas. Afrontar toda la presión de los médicos, las citas a primera hora de la mañana o esperar el anuncio de los resultados no tranquilizan a las parejas ya muy angustiadas por estas pruebas. Las dificultades que estas técnicas comportan son, a veces, insuperables: el ataque a la intimidad termina por ser inaceptable, masturbarse en un pequeño cuarto a las 8 de la mañana, tener relaciones sexuales a una hora precisa, realizarse exámenes continuamente, dejarse examinar por desconocidos, esperar con las piernas abiertas en una habitación mientras la pareja se masturba en la habitación de al lado son situaciones muy agotadoras.
El terapeuta prepara a la pareja y la ayuda a comprender que van a empezar un camino largo y difícil, que les decepcionará en numerosas ocasiones. Es importante detectar los problemas psicológicos, como el miedo inconsciente al embarazo o el temor de revivir antiguas peleas. También hay que identificar los conflictos de la pareja que pueden agravarse durante los exámenes. En este largo recorrido, ayudar a la pareja a enfrentarse al eventual fracaso y prepararla para que consideren otras posibilidades, como la adopción.
La pareja debe poder explicar sus emociones, dialogar con un profesional y ser persistente durante este periodo agotador psicológicamente. Hay que aprender a manejar el estrés y la angustia, situaciones que perturban la ovulación, aprender a superar la infertilidad, aceptar las probabilidades de éxito, no obsesionarse con el problema y mantener la rutina normal: viajar, leer, practicar una actividad deportiva o artística, hacer algún hobby o participar en una causa humanitaria.
Hay que manejar el problema de no tener un niño, ayudar a la pareja a no culpabilizarse, superar la depresión, no sentirse humillados, no cuestionar su capacidad y dejar de abordar la sexualidad con el único objetivo de tener un bebé. Mejor ayudar a recuperar el deseo con juegos eróticos. Es importante ayudar a la pareja a ser cómplices, amarse y ayudarse a comprender que su situación no es única, que otras parejas han pasado por la misma prueba.
El primer consejo es hablar: dejar salir las palabras y verbalizar las angustias ya es dar un paso para afrontar la experiencia y no vivir esta situación como una carga pesada. Hay que hablar del tema juntos, sin tabúes ni culpas, esto constituye una etapa fundamental en el éxito del tratamiento. También hay que aceptar la idea de que el camino será, probablemente, largo y difícil. Intentar pensar en otras cosas: salir, ir al cine, viajar, hacer deporte. Es importante que la pareja no se culpabilice y vea su entorno personal. Dialogar con otras parejas que conocen este problema. No hay que disminuir las relaciones sexuales y es importante recuperar el deseo.
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