Tener dificultades para concebir un hijo representa una verdadera angustia para numerosas parejas.
La fertilidad de las parejas mide su capacidad biológica de traer al mundo un niño vivo. Se habla de infertilidad ante la bajada o ausencia de la capacidad para engendrar un hijo. Sin embargo, la infertilidad no significa una incapacidad definitiva de tener niños. Se habla de infecundidad después de dos años de relaciones sexuales sin la utilización de un método anticonceptivo y sin provocar un embarazo. La fertilidad varía de una persona a otra y de una pareja a otra.
Se trata de infertilidad primaria cuando la pareja jamás ha quedado embarazada y de infertilidad secundaria cuando se ha conseguido un embarazo, pero la gestación no ha llegado a término.
Casi todas las mujeres de 35 a 38 años de edad pueden concebir un hijo después de 3 años de relaciones regulares sin ningún método anticonceptivo. La fertilidad de las mujeres es más alta entre los 20 y 25 años de edad. Disminuye de forma lenta a partir de los 30 años y hasta los 35 años. Desde ese momento, aproximadamente, la disminución es más rápida.
La tasa máxima de fertilidad del hombre se sitúa entre los 30 y 34 años de edad. Más allá de los 35 a 40 años, los riesgos de infertilidad aumentan.
A los 25 años una pareja tiene una probabilidad de 25 % a 30 % de obtener un embarazo en cada ciclo, con un plazo medio de concepción de 3 a 6 meses. Por término medio, una pareja consigue un embarazo al cabo de 6 a 12 meses de intentarlo.
El porcentaje de parejas que ha concebido un bebé es del 84 % un año después de tener relaciones sexuales regulares sin anticonceptivos, del 92 % después de 2 años y casi del 80 % de las parejas logran concebir de forma natural un niño a los 2 años. El 60 % de las parejas que tiene dificultades conciben un hijo al cabo de un año.
El número de abortos espontáneos y las dificultades de la infertilidad aumentan después de los 35 años. Ahora existen diferentes alternativas para recolectar y guardar óvulos de las mujeres de 20 a 30 años de edad. Ayuda a conseguir un embarazo si se decide tenerlo después de los 35. Aunque todavía es una práctica costosa y que no está al alcance de todas, es una opción.
El ciclo de una mujer comienza el primer día de la regla. La duración es el número de días entre el primer día de la menstruación y el día previo al comienzo de la siguiente regla. La ovulación se produce entre el día 12 y 16, aproximadamente, en un ciclo de 28 días, periodo durante el cual las hormonas sexuales femeninas preparan al organismo para liberar un óvulo.
Durante cada ciclo uno de los ovarios produce un óvulo. Después lo libera en el momento de la ovulación en la trompa de Falopio, donde puede ser fecundado por un espermatozoide. Durante la relación sexual los testículos producen millones de espermatozoides que se depositan en el fondo de la vagina. Una pequeña parte de ellos logra atravesar el cuello uterino y llegar a las trompas. La fecundación se consigue gracias a la penetración de un solo espermatozoide en el óvulo, que tiene lugar a nivel de la trompa. El embrión formado alcanza el útero al cabo de unos días y se implanta en la mucosa. Este fenómeno se denomina implantación del embrión.
Las hormonas femeninas juegan un papel primordial en el desarrollo del ciclo menstrual y de la fecundación. Las hormonas femeninas se secretan en 3 etapas: el hipotálamo —situado debajo de la hipófisis— secreta la hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH); la hipófisis —ubicada en la base del cerebro— secreta las gonadotropinas, LH y FSH; y los ovarios producen los estrógenos y la progesterona.
Estas tres etapas están comunicadas entre sí: la GnRH regula la secreción de las gonadotropinas, las cuales a su vez regulan la secreción de las hormonas sexuales por parte del ovario. Mientras los estrógenos frenan la secreción de las GnRH y la FSH. Por su parte, la LH y la FSH permiten la ovulación. La LH desencadena el proceso de ovulación, pero un equilibrio entre la FSH y la LH también es necesario para obtener la maduración del óvulo. Todo este proceso permite liberar un óvulo en el momento de la ovulación.
La infertilidad en la mujer suele estar asociada a causas de tipo hormonal, problemas con la ovulación o dificultades a nivel de las trompas de Falopio, el útero o el cérvix. A medida que una mujer cumple años, disminuye su fertilidad de forma natural.
Hay que descartar la existencia de un tumor, un quiste ovárico o uterino, problemas alimentarios (anorexia o bulimia), el consumo de alcohol o drogas, las alteraciones en la tiroides, el exceso de peso, los problemas de estrés, la práctica intensa de ejercicio físico que puede provocar una pérdida excesiva de grasa corporal o los ciclos menstruales demasiado cortos.
Varias son las posibles causas que pueden generar problemas de fertilidad en un hombre. Entre las más frecuentes están los problemas a nivel de las gónadas, el hipotálamo o la pituitaria, así como las alteraciones en el transporte de los espermatozoides.
La infertilidad en el hombre suele ser provocada porque los espermatozoides son anormales, debido a un número insuficiente o a problemas con la eyaculación. También influye el consumo excesivo de alcohol o drogas (sobre todo, marihuana o cocaína), la obesidad, la impotencia, una edad avanzada o el tabaquismo.
Es importante detectar diversos trastornos que se asocian con frecuencia a la infertilidad del hombre. La presencia de varices en los testículos o varicocele (dilatación de las venas del cordón espermático), que a veces provocan dolor o molestias en los testículos, más acusado cuando el hombre está de pie.
La caída o disminución del vello corporal y los cambios en la voz pueden sugerir la existencia de un hipogonadismo. Además, la pérdida de masa muscular y de fuerza, la debilitación de los huesos, la presencia de arrugas en la piel, la palidez, la pérdida de la libido, la disfunción eréctil o la disminución del tamaño de los testículos pueden indicar una disminución en la cantidad de testosterona.
Ciertas infecciones en los órganos sexuales del hombre o en el sistema urinario pueden ser la causa de la infertilidad masculina. Pueden causar diferentes síntomas como una hinchazón testicular, dolores en el escroto o dolores al orinar.
Los hábitos insanos —como fumar, consumir drogas, beber alcohol en cantidades importantes, comer excesivamente grasas saturadas, la exposición a ciertas sustancias químicas (plomo, por ejemplo), usar pantalones demasiado apretados, llevar ropa interior de materiales sintéticos o permanecer sentado durante demasiadas horas— pueden provocar que el esperma no sea de buena calidad. Un análisis de semen o seminograma proporciona información sobre el semen en cuanto a la cantidad, el número de espermatozoides y su capacidad de moverse y nadar.
Para producir un esperma de calidad capaz de fertilizar un óvulo, el hombre necesita cierta cantidad de hormonas. Existe una patología denominada hipogonadismo secundario que cursa con una afectación del hipotálamo o de la glándula pituitaria, que provocan una disminución en la producción normal de testosterona y semen. Los hombres con esta patología casi no fabrican esperma. Esta es la única condición que se puede tratar con medicamentos para la infertilidad.
Las vitaminas A, B y E, el té de hojas de frambuesa, el zumo (jugo) de limón y la raíz de higuera de Bengala son algunos remedios naturales que pueden ayudar a mejorar la fertilidad femenina. Pero lo más importante es mantener una dieta sana y equilibrada, ya que tiene un impacto positivo en la fertilidad. Los hombres que consumen más fibra y carbohidratos en su alimentación han mostrado mejores características del semen que los hombres que consumen grasas. También la toma de antioxidantes se relaciona con una mejor calidad y número de embarazos.
Desde el primer embarazo es posible que existan cambios en el estilo de vida que alteren la salud reproductiva de la pareja. Entre estos cambios destaca el estrés, cambios en la alimentación, ciertas enfermedades (problemas en la ovulación, endometriosis, ahderencias pélvicas, fibromas o pólipos en el útero), menstruación irregular, variaciones en el peso y, por supuesto, la edad.
Al igual que en el caso de un primer embarazo, si después de un año de intentar el segundo no se ha conseguido, se debe consultar con un médico para buscar las causas. Entonces se habla de infertilidad secundaria, ya que la pareja ha procreado previamente.
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