Existen varios tipos de hepatitis en función del virus que las origina.
Es de vital importancia realizar un diagnóstico preciso.
Hepatitis A y E
Se transmiten por vía oral.
Lo más frecuente es que se produzcan por contacto familiar, en colegios, campamentos, etc.
Rara vez son graves.
Nunca se cronifican ni producen secuelas.
Dejan inmunidad de por vida.
Hepatitis B y C
Se transmite por contacto con sangre (transfusiones, drogadicción) o por transmisión vertical (de madre a hijo durante el embarazo o el parto).
La hepatitis B también se puede transmitir por contacto sexual.
No suelen producir síntomas, por lo que muchas veces se detectan al cabo del tiempo por un análisis de sangre.
Ambas se pueden volver crónicas, aunque esto ocurre raramente en la hepatitis B (7% de los casos) y frecuentemente en la hepatitis C (80% de los casos).
Al cronificarse pueden acabar produciendo una cirrosis hepática (un tercio de las veces) o incluso un hepatocarcinoma.
Por ser a menudo asintomáticas, son un gran problema sanitario: se calcula que en todo el mundo existen alrededor de 300 millones de portadores crónicos de hepatitis B y 100 millones de enfermos de hepatitis C.
Hepatitis D
Se transmite sobre todo por contacto con sangre, pero sólo afecta a aquellos pacientes que tienen una hepatitis B crónica.
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