La estimulación cerebral profunda, llamada también ECP, es una técnica quirúrgica que consiste en implantar dos electrodos en ciertas zonas profundas del cerebro para estimular ciertos grupos de neuronas aplicándoles una corriente eléctrica baja con el fin de aumentar o de inhibir su actividad. Esta técnica quirúrgica permite tratar los síntomas de enfermedades neurodegenerativas o psiquiátricas, como las formas severas de la enfermedad de Parkinson, los temblores esenciales o ciertas distonías.
Recordemos que la ECP es recomendada cuando ningún otro tratamiento disponible es eficaz o lo suficiente bien tolerado por el paciente.
Toda intervención quirúrgica y toda anestesia son actos que a veces pueden provocar complicaciones. Pueden aparecer, como en el transcurso de toda intervención quirúrgica, una tromboflebitis de los miembros inferiores relacionadas a permanecer en cama durante períodos prolongados, lo que necesita un tratamiento preventivo mediante un anticoagulante con el fin de evitar una embolia pulmonar, pero también riesgos infecciosos y hemorrágicos así como dolores postoperatorios.
Por otra parte, riesgos debido a la anestesia general también pueden aparecer. La estimulación cerebral profunda contiene riesgos más específicos como cambios del humor, trastornos cognitivos, trastornos motores y trastornos sensitivos.
Un riesgo hemorrágico puede aparecer en el momento de la colocación de los electrodos y ser relacionado a la aparición de un hematoma localizado, de pequeño tamaño que desaparecerá por si solo por el sangrado de un vaso durante la colocación de un electrodo.
Una primera consulta con un neurólogo permite determinar la indicación eventual de una ECP.
Una hospitalización de algunos días aproximadamente en un servicio de neurología permite realizar un examen neurológico que comprende la mayoría de las veces una IRM así como un examen psicológico.
Una comisión multidisciplinaria comprende un equipo de neurólogos y neurocirujanos que decidirán las modalidades de efectuar una ECP.
Un plazo de 6 meses a un año es a menudo necesario antes de la intervención con el fin de que el equipo pueda prepararse para efectuar una intervención delicada y todavía poco practicada.
Efectos positivos son a menudo comprobados rápidamente en la enfermedad de Parkinson o los temblores. Pero para las distonías, estos plazos son mucho más largos a menudo y los resultados menos concretos.
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