Los angiomas son unas malformaciones benignas de los vasos sanguíneos o de los vasos linfáticos. Pueden ser congénitos (aparecer desde el momento del nacimiento) o aparecer más tarde. Pueden formar manchas más o menos grandes, de tamaños y aspectos diversos. Son manchitas de color rojizo que suelen desaparecer al ejercer presión sobre ellos y vuelven a recuperar el color por sí solos.
Aproximadamente 1 de cada 10 niños tiene un angioma, plano o abultado. En la casi totalidad de los casos esas manchas de color rojizo desaparecen por sí solas. A veces pueden persistir y plantear problemas estéticos. En particular son frecuentes durante el primer año de vida.
Estos angiomas son el resultado de la falta de madurez del sistema vascular del recién nacido y, en la mayoría de los casos, desaparecen sin dejar huella.
Existen angiomas que no desaparecen con el tiempo y que, aunque no sean graves, plantean un problema estético en la adolescencia o la edad adulta. El dermatólogo es el más indicado para proponer el tratamiento apropiado. Se puede utilizar el láser aunque este tipo de intervención no puede acabar con todos los angiomas. En ocasiones se debe hacer una extirpación quirúrgica aunque hay que tener mucho cuidado con las cicatrices que pueden dejar.