La manipulación es un fenómeno que, de una forma u otra, a todos nos ha tocado muy de cerca. Es justo reconocer que quizás en algún momento hemos asumido el rol de manipuladores, incluso sin ser plenamente conscientes de ello. Aunque también hay ocasiones en las que hemos sido manipulados.
Y es que podemos conocer a la perfección la psicoanatomía de un manipulador pero si no tenemos las herramientas adecuadas para hacerle frente, es probable que terminemos enredados en su tela de araña.
Por eso, os resumo cinco estrategias que no solo os permitirán plantarle cara a una persona manipuladora sino que también contribuirán a vuestro crecimiento personal y a mantener el equilibrio psicológico.
Una de las técnicas de manipulación más recurrentes se centra en la crítica al otro. Cuando criticamos los comportamientos, actitudes, decisiones o capacidades de una persona, usualmente esta se siente menos segura y es más propensa a cumplir con las exigencias del manipulador. En otros casos, la persona adopta una actitud defensiva, casi agresiva, dirigida a contrarrestar los argumentos que le molestan. En el primer caso la manipulación se realiza manejando nuestra autoconfianza, en el segundo caso a partir del control de nuestras emociones. De una forma u otra, quedamos a merced del manipulador.
Expresar nuestras ideas de forma sencilla y clara. Es imprescindible que la otra persona se de cuenta de que no puede afectar nuestro juicio o capacidad reflexiva manipulando nuestra autoconfianza o emociones. Rebatir agresivamente los argumentos del otro, que muchas veces ni siquiera tienen un basamento sólido, solo nos conduce a avivar una discusión inútil donde no hay posibilidad de entendimiento.
Debemos tener siempre presente que nuestro objetivo no es simplemente "no dejarnos manipular a como de lugar" sino modificar la situación. ¿Por qué este objetivo? Porque es probable que la persona que nos intenta manipular sea significativa para nosotros y, por consiguiente, estamos interesados en llegar a un acuerdo ventajoso, ya sea para mantener buenas relaciones interpersonales o para desarrollar alguna actividad conjunta. Por tanto, es esencial que nuestro mensaje no solo sea comprensible sino que además sea recibido con la menor resistencia posible por parte de nuestro interlocutor.
Recordemos además que expresar cómo nos sentimos en relación con algo o alguien es una técnica altamente efectiva, siempre que se realice de manera correcta y en el respeto al otro. Cuando nuestro interlocutor nos escucha hablar sobre nuestros estados de ánimo tiene la percepción de que la comunicación fluye, que es abierta y sincera. Además, de esta forma le "obligamos" a ponerse en nuestro lugar, a ser empático con lo que experimentamos y, con un poco de suerte, reflexionará sobre los efectos de su comportamiento manipulador.
En muchas ocasiones el manipulador lleva la conversación a terreno de nadie, realiza críticas sin personalizar, desde una posición no comprometida; dejando siempre una puerta abierta para escapar en el caso de que alguien le pregunte a quién se refiere.
La mejor defensa contra esta estrategia comunicativa es personalizar, personalizar, personalizar... hablar siempre en primera persona y pedir aclaraciones. Un ejemplo podría ser: "yo siento que te estás refiriendo a... ¿es así?". "Obligar" al manipulador a que asuma la responsabilidad por sus criterios usualmente lo desarma y pone fin a su estrategia.
Otra de las técnicas manipuladoras por excelencia consiste en estimular el sentimiento de culpa en la persona, hacerla sentir responsable por todo, por lo que sucedió, lo que sucede e incluso por lo que podría suceder.
Es cierto que en algunos casos tenemos cierta responsabilidad pero nuestra cuota de "culpa" no puede extenderse al infinito. Una estrategia muy eficaz es delimitar nuestras responsabilidades e incluso reconocer nuestros errores. Tenemos derecho a equivocarnos pero nadie tiene derecho a aprovecharse de nosotros o a lacerar nuestra autoimagen porque cometimos un error.
Reconocer nuestras dificultades y la cuota de responsabilidad que nos atañe indica que somos personas maduras, responsables de nuestros actos y por ende, poco manipulables.
No obstante, aún queda una cuestión: ¿cómo poner en práctica los tres puntos anteriores?
Ya se ha hecho referencia a que una de las armas preferidas del manipulador consiste en jugar con las emociones ajenas. Por eso es imprescindible establecer un diálogo desde una postura confiada, serena y firme.
Debemos tener en cuenta que a la persona manipuladora no le interesa iniciar un debate fructífero sino solamente conseguir su propósito, por eso, si le brindamos argumentos lógicos que contradigan sus ideas, probablemente retomará nuestras opiniones y las replanteará para sacarles un beneficio. No debemos olvidar que hasta la mejor idea se puede apreciar desde diferentes perspectivas y el manipulador es muy habilidoso para encontrarle las cuatro patas al gato.
Reconoce que sus ideas son válidas, no las critiques, incluso súmate a ellas con la frase: "comprendo sus puntos de vista y los respeto; no obstante creo que..." o quizás: "su perspectiva es adecuada; aún así, existe la posibilidad de que..." De esta manera se sienta una pauta en la conversación muy importante: el respeto a las opiniones del otro. Así, al brindarle valor a sus ideas, le conferimos valor a las nuestras.
Además, los expertos en programación neurolinguistica aconsejan cambiar el molesto: "pero..." por frases como "no obstante" o "aún así" pues estas resultan menos antagónicas y son mejor recibidas.
Esta estrategia no es una varita mágica pero nos ayudará a controlar nuestras emociones y a brindar una imagen serena.
Si tenemos fundamentos sólidos y suficientes en contra de la idea que nos están proponiendo, entonces... negarse no es un pecado. Eso sí, es importante que no nos perdamos en excusas banales o explicaciones auto inculpantes. Expresar nuestro desacuerdo es un derecho que nos permite marcar nuestros límites y evidenciar los mismos ante las personas que nos rodean.
Aceptar las demandas externas para evitar una discusión muchas veces implica renunciar a una parte de nuestra individualidad y ceder ante la manipulación. Entonces basta con ser congruentes y decir: "No", todas las veces que sea necesario.
Decidirnos a combatir la manipulación no es un camino sencillo y de seguro hallaremos muchos obstáculos. Muchas veces implica separarse de las posiciones cómodas que hemos ido asumiendo a lo largo de nuestra vida, ya sea a en el área laboral o familiar, pero sin lugar a dudas nos permitirá ser más congruentes con nosotros mismos y nos facilitará una vía para lograr el equilibrio emocional.
Hay una pregunta, o quizás preocupación, que he hallado con relativa frecuencia: "¿el psicólogo manipula a sus pacientes?".
Mi respuesta nunca se hace esperar: "¿Qué entiendes por manipular?".
Las definiciones que he escuchado son muchas, probablemente demasiadas, por eso, prefiero reflexionar desde mi propio arsenal de conceptos prácticos: manipular indica la acción consciente de una persona sobre otra con el fin de que ésta última haga aquello que nos interesa pasando por encima de los intereses de los otros.
Siendo más específica: la manipulación implica un esfuerzo consciente de la persona que desea manipular y entraña un beneficio claro para el manipulador en detrimento de los intereses del manipulado. Entonces... que tire la primera piedra aquel que nunca ha manipulado.
En mayor o menor medida probablemente todos hemos manipulado en nuestra interacción con los demás. El concepto es tan amplio que la manipulación podría abarcar desde un discurso muy elaborado (no puedo evitar hacer una asociación con las arengas políticas) hasta una sola palabra expresada en el momento preciso con el tono y la inflexión de voz exacta.
Pero hay personas que van más allá de una manipulación puntual y adoptan la manipulación como su estilo relacional por excelencia. Evidentemente, hago referencia a los que conocemos en el lenguaje popular como: "manipuladores".
Estas personas se relacionan con los otros a través de la manipulación, es su estilo y probablemente no sabrían o no desean relacionarse de otra forma. Pero más allá de la representación popular que nos presenta al "manipulador" como una persona que controla sus sentimientos para lograr sus objetivos y que sabe manejar las más diversas situaciones para sacarle provecho; desearía acercarme a la otra faceta del manipulador, ahondar en las diferentes motivaciones que conducen a una persona a comportarse de tal manera.
- Las personas que necesitan manipular para lograr sus objetivos usualmente presentan una baja autoestima, creen que no son lo suficientemente importantes o capaces como para conseguir lo que desean por las vías convencionales, sustentándose en argumentos lógicos y a partir del diálogo constructivo. De esta manera asumen la manipulación como una estrategia para lograr sus propósitos a partir del chantaje emocional (técnica preferida).
- Gran inseguridad personal. Muchas de estas personas son "adictas" a manipular solo por el hecho de vivenciar la experiencia de poder una vez que han logrado su objetivo. Como son personas que no confían en sus capacidades, continuamente necesitan reafirmarse y la forma que encuentran es "someter" a las otras personas a su chantaje. Controlar el medio les brinda una falsa sensación de seguridad.
- Desconocimiento sobre el cómo lograr sus objetivos prefiriendo que se esfuercen los otros en vez de tomar ellos mismos la responsabilidad. La persona manipuladora tiene metas relativamente claras pero no sabe cómo llegar a ellas a través de estrategias diversas porque no asume responsabilidades ni está interesado en asumirlas. Le resulta más sencillo poner la responsabilidad y la eventual culpa del posible desastre en los otros.
Probablemente el manipulador por excelencia sea el histérico víctima. Cuando se hace referencia al trastorno de personalidad histriónico siempre se piensa en el prototipo de mujer excesivamente maquillada, vestida para feria de carnaval y que desea llamar la atención de forma aparatosa pero... existe otro extremo, radicalmente opuesto. Son personas que demandan una atención constante, desean ser el centro del espectáculo pero asumen técnicas manipuladoras muy sutiles, normalmente asumiendo el rol de enfermos o de personas sufridas. Desde estas actitudes aparentemente desinteresadas y lastimosas el manipulador va creando su tela de araña donde caen todas las personas de "buen corazón"; de hecho, habría que tener muy "malos sentimientos" para no sucumbir ante los reclamos (que nunca son reclamos en toda regla sino encubiertos), de una "pobre señora enferma que ha tenido tan mala suerte en su vida".
Así, en muchas ocasiones el manipulador tiene su gran dosis de malsana responsabilidad pero cada vez que uno de nosotros lo secunda, estamos asumiendo el correspondiente porcentaje de responsabilidad por ceder ante las manipulaciones. La mayoría de los comportamientos se muestran porque existen personas que los aceptan o toleran. Así, muchas veces nos convertimos en cómplices de la manipulación porque no sabemos cómo enfrentar a un manipulador; si bien, en algún que otro momento, también asumimos ese rol.
Fuente: www.DiarioSalud.net