El esófago de Barret (EB) se caracteriza por la presencia de metaplasia intestinal en la mucosa de la parte final del esófago. Se considera que el esófago de Barret es una lesión premaligna de adenocarcinoma esofágico y con una fuerte asociación con reflujo gastroesofágico (ERGE) grave.
Tiene una prevalencia del 0,9-4,5% en población general y del 10-15% en población con ERGE. Es más frecuente en varones (el doble), caucásicos y de mediana edad.
El consumo de tabaco y de alcohol son factores de riesgo independientes. La obesidad no parece ser un factor de riesgo. Las personas que han padecido reflujo o ERGE durante mucho tiempo son más propensas a presentar esta afección.
El esófago de Barrett en sí no causa síntomas. El reflujo de ácido que causa este síndrome con frecuencia ocasiona síntomas de acidez gástrica. Sin embargo, muchos de los pacientes que tienen esta afección no manifiestan síntomas.
Hablamos de esófago de Barrett largo cuando la lesión es mayor de 3 cm. Se asocia a una mayor incidencia de displasia (15-24%). El esófago de Barrett corto es aquel que mide menos de 3cm y tiene una menor incidencia de displasia (6-8%).
La mayoría de los pacientes son diagnosticados al ser estudiados por síntomas de reflujo gastroesófagico o ERGE crónicos, en torno a los 55 años. Su diagnóstico precoz es fundamental pues puede evolucionar hacia un cáncer de esófago. Puede haber reflujo gastroesofágico y no haber Barrett.
La prueba que permite diagnosticar de forma definitiva esta enfermedad es la endoscopia digestiva con toma de muestras (biopsia), que son analizadas posteriormente en el microscopio. Esta prueba se realiza por medio de un endoscopio, que es un tubo alargado con una cámara de vídeo en su extremo, el cual se introduce por la boca y permite ver el interior del aparato digestivo superior (esófago, estómago y porción inicial del intestino delgado). Además, permite la realización de biopsias para obtener muestras, las cuales se analizan después al microscopio para comprobar si existe metaplasia o no.
Cuando el patólogo observa al microscopio la sustitución del epitelio escamoso normal del esófago por epitelio cilíndrico intestinal se confirma la existencia de esófago de Barrett. Además, esta prueba permite visualizar de forma directa posibles complicaciones del esófago de Barrett como úlceras, hemorragias o estrechamientos del esófago.
Es el mismo que el de la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE): es decir, el objetivo es la inhibición de la secreción ácida. Ésta debe hacerse de forma potente, ya que el esófago de Barrett es considerado como una forma grave de la ERGE. Para ello se administra un inhibidor de la bomba de protones (como el omeprazol) a dosis doble de la convencional.
Además es necesario adoptar medidas generales como que las comidas sean frecuentes y poco abundantes, evitar el exceso de grasas, alcohol, café, chocolate, tabaco y medicamentos que relajen el esfínter esofágico inferior. No acostarse nada más comer y elevar la cabecera de la cama. Es importante recalcar que el tratamiento médico no hace desaparecer el Barrett ni la displasia existente, disminuyendo solo ligeramente el riesgo de cáncer.
El tratamiento recomendado es la cirugía con una resección quirúrgica del esófago. De hecho, hasta en el 50% de las piezas obtenidas tras la extirpación del esófago en pacientes con displasia de alto grado se demuestra la existencia de un cáncer.
Otro tratamiento disponible es la ablación mediante coagulación con argón-plasma (procedimiento endoscópico de coagulación que pretende lesionar el epitelio metaplásico para su eliminación), que consigue la desaparición de la mucosa anómala en un alto porcentaje de los casos; sin embargo, es frecuente que se produzca recurrencia de la enfermedad en pacientes en los que se había conseguido la desaparición inicial del esófago de Barrett, con un alto porcentaje de metaplasia localizada por debajo del epitelio escamoso, y por tanto no se evita la necesidad de vigilancia posterior. Por ello, su aplicación no puede ser recomendada en la práctica habitual, debiendo individualizarse sus indicaciones.
La terapia fotodinámica (TFD) implica el uso de un dispositivo especial de láser, llamado globo esofágico, junto con un medicamento llamado Photofrin.
Otros procedimientos utilizan diferentes tipos de alta energía para destruir el tejido precanceroso.
Dependerán de la existencia o no de displasia y de su grado en caso de que la haya.
Cuando no hay displasia se recomienda realizar una endoscopia de control cada 2-4 años en hombres y cada 4-6 en mujeres. Cuando hay displasia de bajo grado se recomienda realizar una endoscopia de control cada 6-12 meses. En caso de displasia de alto grado es necesaria la confirmación y la toma de decisiones sobre el tratamiento a seguir. En ese caso, se debe repetir la endoscopia, con revisión de las biopsias por dos patólogos diferentes (el patólogo es el médico encargado de ver las muestras al microscopio). En caso de persistir la displasia de alto grado, si el paciente no es candidato a cirugía se realizará terapia ablativa endoscópica; si lo es, se planteará realizar una extirpación del esófago (esofaguectomía).