La violencia de género es un tipo de violencia física o psicológica ejercida contra una persona de diferente sexo. Por lo general hace referencia a la violencia ejercida contra las mujeres en el seno de la pareja o la familia. Es un delito y está castigado por la ley.
La violencia física y los malos tratos son inaceptables en una relación de pareja.
En ocasiones, el cónyuge maltratador pide perdón a la víctima mil veces y le promete que no lo volverá a hacer, aunque, generalmente, vuelve a hacerlo y llega un momento en el que ya ni siquiera pide perdón porque se convierte en algo normal. Un empujón tampoco es válido ya que es el comienzo de una agresión.
La violencia no solo puede ser física sino también psicológica, a través de las palabras.
Lo primero que tienes que hacer es alejarte de esa relación destructiva. También puedes ir a una comisaria de policía y presentar una denuncia contra él para que se tomen acciones legales y pedir, si es necesario, una orden de alejamiento para que él no pueda tomar represalias.
Cuando un esposo golpea a su esposa por primera vez, no solo hiere a su pareja, también daña la relación. No intentes justificar los malos tratos porque él no tiene derecho a agredirte por ningún motivo, ni por celos, ni por infidelidades.
Algunas personas cambian. En efecto, todo ser humano puede cambiar por medio de la voluntad.
Algo que debe quedar claro es que si se quiere salir de una relación violenta hay que romper la mecánica en la que se ha instalado la pareja.
Cuando una persona ama a otra nunca la lastima. Una agresión física se produce cuando ya no existe el respeto en la relación. Si bien es cierto que toda persona puede reaccionar de forma violenta, esa reacción nunca debe faltar al respeto de la otra persona, aunque se esté enojado. Si una persona no te quiere pegar, aunque esté muy enfadada contigo no te va a pegar.
Si sabes que tu pareja es un agresor, debes preguntarte por qué estás en esa relación y si quieres seguir con ella. Casi siempre es necesario recurrir a una terapia familiar (si el maltratador es tu marido).
Respecto al tema del perdón, es recomendable perdonar a tu agresor y a ti misma por permitir que te agrediera porque cuando no perdonas, quien se queda con esa carga, eres tú. Si guardas resentimiento volverás a revivir una y otra vez ese mal momento y quien sale perjudicada eres tú. Si quieres ser libre, debes perdonarle a él y perdonarte a ti misma para liberarte de esa carga.
No obstante, perdonar a tu pareja no significa permitir que te siga agrediendo.
Una vez que has perdonado a tu pareja y a ti misma, el siguiente paso es decidir qué quieres hacer con esa relación. Cada caso es diferente pues hay que tener en cuenta cuánto daño te hizo esa persona y como te sentiste. Puedes considerar volver con esa persona pero estableciendo unos límites a su conducta. Es decir, oblígale a hacer terapia familiar y a firmar un contrato en el que se detallen las condiciones y las consecuencias en caso de no cumplimiento del contrato.
Lo más recomendable es dejar esa relación de pareja.
Desafortunadamente, vivimos en una sociedad machista en la que la mujer debe ser sumisa y aguantar al hombre. Una relación debería aportar cosas positivas pero, a menudo, la realidad es otra y en lugar de disfrutar plenamente de una relación, muchas mujeres la sufren aunque su pareja no sea un maltratador.
Una relación de pareja violenta provoca incomodidad y dolor psicológico y físico en la víctima.
Todas las parejas tienen problemas porque ninguna relación es perfecta pero se considera violenta cuando esta incomodidad es muy recurrente.
Existen varios tipos de agresores y no todos son el clásico agresor explosivo y golpeador.
El agresor pasivo jamás alza la voz, ni insulta o dice groserías pero su táctica es manejar las situaciones de tal forma que la víctima sienta que tiene la culpa de los problemas de la pareja. Un agresor pasivo también es el hombre que chantajea y hace sentir mal a su pareja y le impide ser ella misma.
El agresor explosivo tiene una tolerancia mínima a los desacuerdos, por eso, ante la mínima señal de riña, explota, alza la voz, usa palabras altisonantes y, en ocasiones, la fuerza física.
El agresor aislado es el que se retira mientras que su pareja está tratando de resolver un problema con él. Su táctica es ignorar a la víctima y hacerla sentir mal.
El agresor sobreprotector cree que hace bien al sobreproteger a su víctima pero en realidad coarta su libertad de poder decidir lo que está bien y mal para ella.
Foto: © Phovoir - Shutterstock.com