Durante los primeros meses de embarazo, se pueden presentar pérdidas de sangre, que no deben confundirse con la menstruación.
En las primeras semanas del embarazo, se pueden producir pérdidas de sangre o hemorragias vaginales que son resultado de una implantación incompleta del saco embrionario en la pared interna del útero. La adherencia parcial causa la rotura de pequeños vasos que, a su vez, genera el sangrado. Esta situación se soluciona conforme avanza el embarazo, ya que el saco que contiene al feto crece.
Las pérdidas de sangre pueden ser de color oscuro o rojo, también pueden ser más o menos abundantes.
En la mayoría de los casos, la pérdida de sangre es un fenómeno transitorio que puede ocurrir dentro de los tres primeros meses de embarazo. Por lo general, se resuelve de manera espontánea.
Sin embargo, hay que prestar atención si, además de las pérdidas, existen dolores semejantes a los del periodo menstrual. En este caso, es imprescindible acudir al ginecólogo ya que se puede tratar de una amenaza de aborto espontáneo o de embarazo ectópico (cuando el óvulo fecundado se desarrolla fuera del útero).
Aunque las pérdidas de sangre y la menstruación se parecen, son totalmente distintas. La menstruación ocurre cuando el óvulo no ha sido fecundado y el endometrio (que ayuda a crear el entorno para que el feto crezca) se desprende de las paredes del útero y esto genera el sangrado menstrual. Por lo tanto, si la mujer está embarazada, el endometrio no es desechado y no hay menstruación.
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