El cloro es una sustancia que se encuentra en los líquidos extracelulares de nuestro organismo. El organismo obtiene la mayor parte del cloro que necesita a través de la sal que se añade a los alimentos.
El cloro permite el buen funcionamiento del hígado, la producción de los jugos gástricos y el mantenimiento de los huesos. Junto con el sodio y el potasio, esta sustancia se encarga de repartir el agua a todos los organos de nuestro organismo y de regular la presión osmótica (equilibrio entre los líquidos extracelulares e intracelulares). El cloro también participa en la neutralidad eléctrica del organismo, mantiene el equilibrio ácido-base y favorece el transporte de CO2 en la sangre.
El médico prescribe el análisis sanguíneo de cloro durante un examen de control. Permite verificar el estado de hidratación del organismo.
El valor normal del cloro en la sangre es el mismo para los hombres, las mujeres y los niños y debe situarse entre 100 y 105 mmol/l.
El nivel de cloro en la sangre puede variar. La hipocloremia define la disminución del cloro en la sangre. Esta patología raramente tiene que ver con la carencia de alguna sustancia, por lo general, aparece como consecuencia de una disfunción como diarreas, vómitos prolongados y transpiración excesiva.
Las personas que padecen hipocloremia experimentan cansancio, calambres musculares, agitación, tetania y trastorno del ritmo cardíaco.
El nivel de cloro en la sangre aumenta en muy raras ocasiones. De hecho, cuando el organismo contiene demasiado cloro lo elimina a través de la orina. No obstante, cuando ciertas disfunciones causan hipercloremia, los primeros síntomas son respiración rápida y profunda, debilidad muscular, vómitos y destrucción de la flora intestinal.
Los resultados del examen de cloruro en la sangre pueden variar según la técnica utilizada por el laboratorio. Además, estos resultados no constituyen un diagnóstico, por este motivo será necesario consultar a un médico con el fin de prever exámenes complementarios o un eventual tratamiento.