Las partículas en suspensión son micropartículas de menos de 0,25 micrómetros de diámetro que están presentes un buen tiempo en la atmósfera.
Las partículas en suspensión provienen del tráfico automovilístico, especialmente de los motores diesel de coches, camiones y buses, pero también de la industria, de la agricultura y de la combustión (chimeneas, calefacción).
Las partículas en suspensión se observan en la atmósfera durante condiciones anticiclónicas con un buen tiempo y poco viento.
Las partículas en suspensión penetran profundamente en el sistema respiratorio, hasta los pequeños bronquios y los alveolos donde se efectúan los intercambios gaseosos.
Las personas más afectadas son las personas de edad, las mujeres embarazadas, los bebés, las personas que presentan problemas respiratorios (asma, bronquitis crónica), enfermedades cardiovasculares y diabetes.
Las partículas en suspensión provocan molestias respiratorias que aparecen algunos días a algunas semanas después de su exposición.
Son responsables de una reacción inflamatoria al nivel de los bronquios, agravando o desencadenando el asma. Un aumento del número de consultas y de hospitalizaciones es observado durante los picos de partículas en suspensión.
La exposición regular a las partículas en suspensión es responsable de una disminución de la esperanza de vida con una mortalidad más precoz y de un aumento de los cánceres bronquiales.
Las partículas en suspensión desempeñan un papel de cofactores en la reacción inflamatoria provocada por la alergia, ampliando la reacción o desencadenándola.
Las partículas en suspensión permiten al polen penetrar más profundamente en los pequeños bronquios.
Durante la contaminación de las partículas en suspensión, se recomienda: