La diabetes que afecta alrededor de 150 millones de personas a través del mundo se define por una elevación anormal del nivel de azúcar presente en la sangre, que se llama glucemia. Por ejemplo, más de 3 millones de personas padecen de diabetes en Francia y cerca de 700 000 personas ignoran su enfermedad.
Existen 2 tipos de diabetes: la diabetes insulinodependiente, llamado diabetes tipo I, que afecta cerca del 10 % de los diabéticos y la diabetes de tipo II, la más frecuente, que puede evolucionar silenciosamente durante años sin que las personas afectadas presenten síntoma. 9 de cada 10 diabéticos pueden presentar una diabetes de tipo 2 durante años sin saberlo y a menudo lo descubren en el momento de la aparición de las primeras complicaciones.
Las complicaciones de la diabetes son numerosas, pueden aparecer por ejemplo: problemas de la vista, un infarto, un accidente vascular cerebral, complicaciones neurológicas o complicaciones renales.
La diabetes corresponde a un problema de la utilización y del almacenamiento del azúcar aportado por la alimentación que provoca así un aumento de la glucemia, que se llama una hiperglucemia. La diabetes es evocada cuando el nivel de glucemia en la sangre en ayunas sobrepasa los 1,26 mg/L o 7 mmol/L. 2 análisis sucesivos son necesarios para evocar el diagnóstico. La prueba de la hemoglobina glicosilada es el mejor índice de control de la diabetes y de la eficacia de los tratamientos antidiabéticos.
La hemoglobina glicosilada permite juzgar el equilibrio de la glucemia en el transcurso de los 2 a 3 meses que preceden a un análisis sanguíneo. Este análisis también puede indicar riesgos de complicaciones a largo plazo.
La insulina es una hormona fabricada naturalmente por el organismo y es indispensable en la construcción de células y en su funcionamiento. La insulina es secretada por el páncreas, a nivel de células especiales llamadas islotes de Langerhans o islotes pancreáticos. Presente constantemente en la sangre y secretada cada 24 horas en pequeñas dosis, la secreción de insulina aumenta después del consumo de glúcidos con el fin de mantener el nivel de azúcar en la sangre. La glucemia, alrededor de 1g/l en la sangre permite la entrada de la glucosa a las células del organismo, como por ejemplo las células de los músculos o del hígado pueden, según sus necesidades, captarla y utilizarla para transformarla en energía o almacenarla. En las personas que no presentan diabetes, la insulina es secretada continuamente según los alimentos consumados y las necesidades.
Después de una comida, el nivel de azúcar en la sangre aumenta brevemente, provocando lo que se llama un pico glicémico, en efecto los glúcidos son transformados esencialmente en glucosa. De este modo, la glucosa liberada permitirá abastecer las necesidades energéticas inmediatas del organismo. El páncreas detecta el aumento de la glucemia y produce la insulina con el fin de regular la glucemia y mantenerla a una tasa normal. La insulina se fija a los receptores presentes en las células del hígado, los músculos y el tejido graso. La insulina permite en ese momento a la glucosa penetrar en estas células donde será transformada y almacenada en reserva y permitirá hacer disminuir la concentración sanguínea en glucosa.
Pero durante una diabetes, este sistema es desfalleciente. La glucosa aportada por los alimentos permanece en la sangre en lugar de penetrar en las células, provocando un aumento de la glucemia.
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