A menudo se minimizan los efectos nocivos del consumo de tabaco en la salud y en la calidad de vida. Por este motivo es necesario recordarlos frecuentemente para concienciar a los fumadores del riesgo que corren tanto ellos como las personas de su entorno.
El deterioro de la salud de la mayoría de los órganos a causa del tabaco se produce mes a mes y año tras año sin que el fumador lo detecte.
La salud de las personas que fuman algunos cigarrillos al día también sufrirá las consecuencias nefastas del consumo de tabaco. En efecto, no existen "pequeños fumadores" porque los riesgos no dependen de la cantidad sino de la duración del hábito, es decir, durante cuánto tiempo se fuma. Así, las personas que fuman entre cinco y diez cigarros al día durante más de veinte años tienen el mismo riesgo.
El aparato digestivo, la vejiga, los pulmones, la lengua y la garganta se ven particularmente afectados por el tabaquismo.
El tabaquismo incrementa los riesgos de desarrollar un cáncer. Así pues, el tabaco es el primer factor de riesgo del cáncer. Y no solo eso, un cáncer de cada tres es fruto del tabaquismo.
El humo y los productos cancerígenos procedentes de la combustión del tabaco se almacenan en gran parte en los órganos, por medio de la respiración o de la saliva.
El 50 % de los cánceres de vejiga están relacionados con el tabaco, más del 85 % de los casos de cáncer de pulmón son debidos al tabaquismo activo y el 5 % al tabaquismo pasivo.
En los fumadores, el grado del riesgo depende principalmente del número de años de exposición a la nicotina, pero también de la cantidad de cigarros que se fume y de la intensidad de la inhalación.
El tabaco rubio afecta en profundidad a las pequeñas vías aéreas, de modo que causa una forma de cáncer más severa.
Dejar de fumar disminuye el riesgo de padecer cáncer de pulmón.
Sin embargo, este riesgo se prolonga después de dejarlo y es mayor que en las personas que nunca han fumado.
No obstante, cancerólogos y tabacólogos aconsejan a los ex fumadores vigilar sus pulmones durante al menos dos años después de haber dejado de fumar. También se recomienda realizar un escáner dos veces al año durante estos dos años
El tabaquismo es un factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.
Así, el infarto de miocardio, la hipertensión arterial, la arteritis de los miembros inferiores, los accidentes vasculares, la impotencia y la trombosis se agravan en los fumadores.
La nicotina facilita la formación de placas de ateroma que se depositan en las arterias, obstruyéndolas parcial o totalmente. Este estrechamiento de las arterias puede desencadenar en una angina de pecho. Se trata de un dolor de pecho que puede evolucionar hacia un infarto de miocardio si la arteria que irriga el músculo cardiaco está completamente obstruida. Así, el 80 % de las víctimas de infarto menores de 45 años son fumadoras.
El tabaco también puede causar arteritis de los miembros inferiores, dolores en las piernas que aparecen como consecuencia del esfuerzo.
Además, fumar tabaco puede provocar una trombosis venosa debido, caracterizada por la formación de un trombo o coágulo sanguíneo que obstruye las venas.
Se multiplica por 40 el riesgo de trombosis venosa en las mujeres mayores de 40 años que toman anticonceptivos orales. En cambio, el riesgo de trombosis no depende de la cantidad de cigarrillos fumados.
Por último, los fumadores son propensos a padecer trastornos cerebrales tales como un accidente vascular cerebral, hemiplejia e incluso la muerte.
La impotencia se produce cuando las arterias que irrigan el pene se obstruyen con una placa de ateroma.
En primer lugar, el tabaco aumenta el riesgo de rinitis y de conjuntivitis alérgica porque los componentes del cigarrillo son irritantes.
Segundo, el tabaquismo agrava y desencadena manifestaciones alérgicas. De hecho, las personas alérgicas suelen sentir más molestias cuando están cerca de un fumador.
Tercer, fumar tabaco no causa alergia salvo en algunas personas que trabajan en manufacturas de tabaco. En este caso, el tabaco amplifica potentemente las reacciones alérgicas.
Fumar tabaco es la primera causa de enfermedades del aparato respiratorio como la bronquitis crónica y el asma.
El alquitrán procedente del humo del cigarrillo altera los pequeños cilios de las paredes de las vías respiratorias.
El tabaco puede desencadenar crisis de asma.
Además, agrava la frecuencia, el ritmo y la intensidad de las crisis de asma. Por este motivo, muchos asmáticos sufren más molestias cuando están rodeados de fumadores.
Por su parte, la bronquitis crónica está esencialmente vinculada al tabaquismo. El fumador siente dificultad al respirar y se caracteriza por episodios de tos grave principalmente por la mañana.
La bronquitis causa más de 2,5 millones de muertos cada año en el mundo.
El tabaco produce envejecimiento prematuro de la piel que incluye la aparición de arrugas como consecuencia del deterioro de las fibras elásticas, así como una piel menos luminosa, cerosa y grisácea, aunque rápidamente reversible tras dejar de fumar.
Fumar produce un aliento desagradable y la nicotina mancha los dientes y les da ese aspecto amarillento.
El tabaco también dificulta la cicatrización de las heridas.
Las infecciones otorrinolaringológicas relacionadas con la nariz, la garganta y los oídos son más frecuentes en los fumadores.
Así, una persona que fuma es propensa a las anginas, rinofaringitis (catarro común), laringitis y otitis.
La nicotina es la responsable de la voz ronca característica de un gran fumador.
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