Apartar a las personas de alrededor. Las acciones debe dirigirlas una sola persona. Siempre que sea posible debemos estirar a la persona en el suelo para evitar que se caiga y se lesione.
Si la persona es un epiléptico conocido, se está medicando y lleva encima pastillas o tabletas y ha informado de ello a los que se encuentran con él en el momento del ataque, hay que introducirle el fármaco en la boca antes o después de que se produzca la crisis (durante la crisis no tiene sentido porque el proceso digestivo se detiene).
Actuar con cuidado: acercarse al enfermo con precaución ya que, incluso, estirado en el suelo puede desplegar una fuerza inconsciente fuera de lo normal y golpear a las personas que lo rodean sin darse cuenta. Apartar todos los objetos que haya a su alrededor ya que puede alcanzarlos y golpear o golpearse a sí mismo con ellos. Aflojarle el cuello de la camisa o desabrochar la ropa que pudiera causarle opresión.
Siempre que sea colocaremos a la persona de lado para permitir que salga la saliva, la mucosidad y los vómitos si llegaran a presentarse. Colocarle una almohada o una prenda de ropa doblada debajo de la nuca para evitar que se golpee la cabeza contra el suelo. No hay que tratar de trasladar a la persona mientras sufre el ataque: esperar a que el episodio de convulsiones se haya acabado.
Si las convulsiones duran más de 4 minutos, o se sabe con certeza que se trata de una persona diabética o embarazada, se debe avisar a una ambulancia. Cuando haya pasado la crisis la persona no recordará qué le ha pasado y se sentirá muy confuso: no hay que dejarle sólo, porque es posible que tenga amnesia y no recuerde dónde está o dónde vive. Observar la duración y los síntomas de la crisis para poder después informarle al médico.
Sólo debemos llamar al médico o llevar al epiléptico a un Centro de Urgencias en los siguientes casos: