El tipo más común de catarata está relacionado con la edad. Es el resultado de la opacidad progresiva del cristalino, el lente convergente que permite enfocar los rayos de luz en la retina.
La catarata es una infección ocular y, más concretamente, del cristalino, una especie de lente natural, transparente y flexible. Por lo tanto, en el cristalino aparece una opacidad progresiva que disminuye la agudeza visual y genera una molestia ante la luz. Las cataratas afectan principalmente a las personas mayores de 60 años y, en promedio, 2 de 3 personas mayores de 85 años sufren de ellas debido al envejecimiento natural del cristalino. A pesar de esta estadística, las cataratas también pueden afectar a personas más jóvenes debido a varios factores, como traumatismo ocular, enfermedades de los ojos u el uso crónico de corticoides.
Las cataratas congénitas se definen como una opacidad total o parcial del cristalino, al momento del nacimiento o en los primeros meses de vida del recién nacido. En un caso de cada cuatro, la causa resulta ser una infección de la madre durante el embarazo, como la rubéola. La enfermedad resulta ser hereditaria en un caso de cada 4 y, de los casos restantes, el 50 % se desconoce su causa y el diagnóstico es necesario para determinar el tratamiento apropiado.
Las cataratas, muchas veces asociados con el envejecimiento del cristalino, afecta naturalmente a los adultos mayores y a las personas, sin importar su edad, con enfermedades oculares. Los dos ojos son, a menudo, afectados de forma simétrica y progresiva con la edad. El cristalino representa el 95 % de las causas de catarata, que puede desarrollarse como consecuencia de la diabetes, rinitis, miopía muy fuerte, mala nutrición, deficiencia de vitaminas, tratamientos farmacéuticos a base de cortisona, radioterapia o intervenciones quirúrgicas del ojo. Shock, picadura o productos químicos aplicados en el ojo pueden causar esta molestia, incluso en niños (un caso de cada dos mil).
El paciente se queja de una disminución gradual de la vista de uno o ambos ojos. La vista se vuelve velada, confusa, oscura y los colores se perciben menos vivos, los contrastes menos claros y se forma un halo alrededor de las fuentes de luz. El ojo se deslumbra en contra de la luz o al conducir de noche y la vista puede ser doble en un ojo. Estas señales pueden anunciar la formación de una catarata, que presenta síntomas sin dolor.
Un oftalmólogo puede establecer el diagnóstico de catarata con una inspección visual y el uso de una lámpara de hendidura, después de la aplicación de una gota en los ojos que dilata la pupila (colirio midriático).
La cirugía se justifica si la catarata impide la vista y se vuelve incapacitante en la vida diaria del paciente, por ejemplo durante la conducción, lectura, trabajo profesional o tiempo libre. En el pasado, la técnica consistía en la ablación total del cristalino, que es reemplazado por vidrios correctores de alta potencia. Hoy, sin embargo, se utiliza la extracción extracapsular que retira el núcleo opaco del cristalino para reemplazarlo con un implante; un lente artificial permite recuperar la visión normal a distancia, la mayoría de las veces sin necesidad de gafas. La operación de cataratas se practica bajo anestesia local y es muy frecuente, ya que rara vez surgen complicaciones.
Cuando el cristalino ya no permite filtrar la luz y la vista se ha reducido, la operación es necesaria para restablecer la vista correcta. Como se ha mencionado, se lleva a cabo bajo anestesia local o general y, dependiendo del caso, el cristalino se instala total o parcialmente. La facoemulsificación y ultrasonido u otras técnicas con láser se pueden practicar para dividir el cristalino. En el caso de la inserción de un lente intraocular, el paciente, bajo anestesia local, puede abandonar el hospital un día después de la operación o el mismo día. En general, el 90 % de las personas operadas de cataratas es capaz de recuperar una agudeza visual igual o mayor a 5/10 grados. El uso de implantes multifocales permite que el 92 % de los pacientes logren una visión de 8/10 grados, tanto de cerca como de lejos, adelante de una pantalla de computadora y sin lentes correctivos. Después de la intervención debe controlarse con antibióticos y gotas antiinflamatorias, tres veces al día durante unos dos o tres meses.
Si la catarata parece ser un efecto secundario de otras enfermedades de los ojos, la prevención puede es necesaria para evitar más problemas. En los pacientes diabéticos es bueno controlar la evolución de la enfermedad, evitar la cortisona y hacer una visita al oftalmólogo al menos una vez al año.
En raras ocasiones, las complicaciones graves pueden provocar otra operación en el paciente y crear casos especiales, como la pérdida de la vista del ojo operado, infecciones nosocomiales, trauma, desprendimiento de retina, alteración corneal, edema retiniano central o de la córnea, quemaduras en la retina causadas por la iluminación al microscopio de operación, hemorragia, extracción incompleta de cataratas o incluso el movimiento de la lente intraocular. La ruptura de la cápsula se verifica solamente en menos del 5 % de las veces.
Menos severas son las complicaciones que provocan la apariencia de una cicatriz no bien absorbida, hematoma en la parte blanca del ojo o el párpado, descenso del párpado superior, fotosensibilidad a la luz, percepción de cuerpos flotantes (miodesopsias), deformación de la córnea con astigmatismo, visión duplicada, inflamación ocular y aumento de la presión intraocular.
Complicación poco frecuente es que las cataratas pueden ocurrir debido a la opacidad de la cápsula del cristalino dejada después de la cirugía. El tratamiento, en estos casos, consiste en abrir la cápsula por medio de un láser especial llamado láser Nd-YAG.
Foto: © Tefi – Shutterstock.com