La insuficiencia respiratoria es la incapacidad del aparato respiratorio para asegurar su papel de oxigenación correcta de la sangre. Esta insuficiencia respiratoria puede ser de inicio agudo, repentino, o más a menudo crónico, de aparición progresiva. Hay dos tipos principales de insuficiencia respiratoria: insuficiencia respiratoria ventilatoria o post-ventilatoria. En la insuficiencia ventilatoria diferenciamos los síndromes obstructivos (donde la molestia es sobre todo espiratoria y el aire circula con dificultades por ejemplo en el caso de asma o de bronquitis) y los síndromes restrictivos en los cuales el volúmen de aire movilizado por los pulmones está reducido (lo que se produce en los casos de enfermedad pulmonar infiltrativa o después de la extirpación de la totalidad o de una parte de un pulmón, practicado principalmente en algunos tipos de cáncer). Los síndromes mixtos combinan estos dos mecanismos. La insuficiencia post-ventilatoria es secundaria a una afectación de la membrana a través de de la cual se efectúan los intercambios gaseosos entre los alveolos pulmonares y la sangre. Un origen neurológico también es posible, ya sea por una afectación a nivel cerebral o por un problema en los músculos respiratorios.
En caso de insuficiencia respiratoria, la falta de oxígeno causará dificultades para garantizar las funciones normales del organismo. La persona va a presentar dificultad para respirar o disnea, a cansarse más rápidamente, progresivamente con esfuerzos cada vez menos importantes. En caso de una disminución significativa en la oxigenación de la sangre (cianosis) aparece una coloración azulada de la piel especialmente en las extremidades (dedos). Inicialmente, otros síntomas son poco evidentes, y el cuerpo se adapta a través de algunos mecanismos para oxigenar la sangre. Estos mecanismos incluyen una mayor presión a nivel de las arterias pulmonares, lo que conducirá a la aparición de una insuficiencia cardíaca derecha: los síntomas que van a aparecer entonces incluyen taquicardia, edemas (hinchazón) de las piernas, aumento del tamaño del hígado que se vuelve sensible. La enfermedad progresa hacia una insuficiencia cardiaca izquierda y por lo tanto aumenta la dificultad para respirar y la disnea. Esta situación va a provocar un impacto sobre el riñón que provocará una estimulación en la síntesis de una hormona llamada eritropoyetina (EPO) cuya consecuencia será un aumento en el espesor de la sangre lo que aumenta el riesgo de eliminación de coágulos en los vasos sanguíneos o trombosis.
La insuficiencia respiratoria se puede diagnosticar cuando una persona tiene dificultad para respirar con una frecuencia respiratoria acelerada durante el ejercicio o incluso en reposo. La mayoría de las veces, sin embargo, se descubre en un paciente con antecedentes de enfermedad respiratoria conocida. Los gases en sangre arterial (gasometría arterial) muestran anormalidades en la repartición de los gases: la concentración de oxígeno en la sangre se reduce mientras que la concentración de dióxido de carbono aumenta o es normal. Se realizan pruebas de función pulmonar o EFR y con ellas se puede determinar si el problema es más bien obstructivo, restrictivo o mixto.
El tratamiento de la insuficiencia respiratoria consiste en restablecer una respiración lo más cercana posible a la normal, debido a que la enfermedad es irreversible. Se trata pues de: