Una hernia inguinal corresponde a la externalización de una parte de ciertos órganos (en general, una parte del tubo digestivo) a través de un área débil de la pared abdominal. Se hace visible por la formación de una masa exteriorizada. Puede ser congénita (por una anomalía en el cierre de un canal embrionario) o adquirida (por la debilidad de la pared). Se localizan particularmente por encima de la denominada línea de Malgaigne, región anatómica situada entre la extremidad de la pelvis y el pubis, que permite diferenciarla de la hernia crural situada por debajo de este límite.
Aparte de la diferencia en la localización, la hernia inguinal tiene los mismos síntomas que la hernia crural.
Estos síntomas son:
La hernia puede complicarse y llegar a estrangularse (no la podemos movilizar ni reintroducir dentro de la cavidad abdominal). En estos casos el dolor se vuelve intenso, la hernia no es reducible, es más grande y muy sensible. Puede provocar una oclusión intestinal con interrupción de los gases y de la materia a nivel intestinal.
El diagnóstico se hace a través de un examen clínico. Palpando el abdomen encontramos la masa, localizada en la zona inguinal. Su aspecto doloroso, su dureza, el hecho de que se pueda reintroducir o no, que sobresalga por la tos son elementos que nos apoyarán en el diagnóstico. También valoraremos la presencia o ausencia de complicaciones.
El tratamiento se basa en la vigilancia en los casos simples aunque hay que tener en cuenta el riesgo de estrangulación y la necesidad o no de realizar un tratamiento quirúrgico. El paciente debe ser educado en cuanto a los signos de estrangulación que necesitan una consulta con urgencia mientras una operación quirúrgica se programa a distancia. Por el contrario, una hernia estrangulada es una emergencia quirúrgica, porque pone en juego el pronóstico vital. Las técnicas quirúrgicas son: la técnica de Shouldice que consiste en la bajada de un tendón sobre un ligamento que actualmente se utiliza poco; la tendencia actual es la utilización de prótesis. Un tratamiento antibiótico se asocia a veces con la intervención quirúrgica.