La higiene de vida, que excluye las frustraciones perjudiciales del bien estar, designa los medios positivos y voluntarios que se da a una persona para que conserve una buena salud mental y física. Son los buenos hábitos que se deben tomar tanto desde el punto de vista alimentario como corporal sexual y ambiental. La higiene de vida implica a la oxigenación, a la hidratación, a la actividad física pero también a la lucha contra el estrés, el tabaquismo, el alcoholismo, las infecciones de transmisión sexual y la salubridad de la vivienda. Todos estos buenos hábitos impactan de forma positiva en la esperanza de vida.