El asma se diagnostica, fundamentalmente, a través de la historia clínica y del examen físico del paciente. El médico interroga al paciente sobre sus síntomas, su frecuencia y su intensidad. Los antecedentes familiares de asma así como los de alergias en la familia juegan un papel importante. Para diagnosticar un asma los tests de funcionamiento pulmonar, como la espirometría y la medición del flujo máximo, nos pueden ayudar.
El asma es una enfermedad con una evolución muy variable, fluctuante, que alterna períodos sin síntomas con otros en los que los síntomas se agudizan. Entre los síntomas más característicos encontramos:
En la historia clínica es muy importante preguntar si existen antecedentes familiares de asma o de alergia, la exposición laboral a sustancias tóxicas en el trabajo o la historia conocida de alergias previas.
La radiografía de tórax nos permite, sobretodo, descartar otras enfermedades con síntomas parecidos al asma como las infecciones del aparato respiratorio, la aspiración de cuerpos extraños o problemas de malformaciones a nivel de los bronquios. De forma característica en el asma las costillas aparecen horizontalizadas.
La espirometría es una prueba fundamental para el diagnóstico y el seguimiento del asma. Esta prueba mide la cantidad y velocidad de salida del aire durante la espiración: si existe una obstrucción de los bronquios, característica del asma, el aire tarda más tiempo en salir. El parámetro que se utiliza es el FEV1, antes denominado VEMS, que es la cantidad de aire que se expulsa en el primer segundo y que nos indica el grado de obstrucción de las vías respiratorias. El valor normal se sitúa por encima del 80% del valor teórico de este paciente. La espirometría se completa administrando un medicamento que aumenta el calibre de las vías respiratorias (broncodilatador) y repitiendo después la prueba. Así se pone en evidencia si la obstrucción es reversible ya que en las personas con asma los resultados de la espirometría mejoran tras la inhalación de un broncodilatador o medicamento para abrir los bronquios.
Cuando el diagnóstico de asma no está claro se puede realizar la llamada "Prueba de provocación bronquial": esta prueba consiste en inhalar, de forma controlada, una sustancia que disminuye el calibre de los bronquios. Habitualmente para esta prueba se utiliza la histamina o la metacolina y se van repitiendo las maniobras de soplar para ver si descienden los valores del FEV1.
Para realizar esta medición se utiliza un aparato parecido a un espirómetro portátil, de manejo sencillo, que mide el flujo espiratorio máximo o FEM (cantidad de aire que se expulsa en la espiración). Este dispositivo se compra en Farmacias y sirve para detectar un empeoramiento de manera precoz, medir la respuesta a un tratamiento o identificar sustancias que desencadenan los síntomas.
Esta pruebas se utilizan para diagnosticar alergias. Se realizan inyectando en la cara anterior del antebrazo pequeñas cantidades de sustancias denominadas alergenos y midiendo después la reacción cutánea que producen (generalmente se forma un enrojecimiento o habón).