El asma es una enfermedad inflamatoria de las vías aéreas, que se presenta especialmente durante la noche y las primeras horas de la mañana.
El asma es una enfermedad crónica de las vías aéreas que se caracteriza por la hiperrespuesta bronquial, los episodios recurrentes de silbidos, la dificultad para respirar, sentir una opresión torácica y la tos. Los episodios se asocian a la obstrucción del flujo aéreo. El proceso inflamatorio de los bronquios se debe a la presencia de células inflamatorias que a la larga provocan un proceso de remodelación de las vías aéreas. El asma, especialmente el que tiene su comienzo en la infancia, se suele asociar con alergia o atopia (predisposición de base genética).
Los signos y síntomas más característicos del asma son la tos (que aparece sobre todo en la noche e interrumpe el sueño o en las primeras horas de la mañana), los silbidos en el pecho o sibilancias (silbidos o chilidos que se oyen al respirar) y la opresión en el pecho. Algunos pacientes sienten como si no pudieran sacar el aire de los pulmones.
No siempre que aparecen estos síntomas la persona padece asma. El diagnóstico de esta enfermedad es fundamentalmente clínico, pero se debe realizar también una prueba de función respiratoria (espirometría), un interrogatorio exhaustivo al paciente y una exploración física.
Entre los factores más importantes destacan la herencia o factores genéticos, las personas que tienen infecciones respiratorias, el humo de cigarrillos, vehículos, chimeneas y otros. También los olores fuertes como pinturas, spray, lacas, insecticidas y ceras. Además, algunos animales domésticos o juguetes de peluche, determinadas exposiciones por trabajo, el moho y los cambios bruscos de temperatura.
Los medicamentos de la crisis o a demanda son los broncodilatadores inhalados de acción rápida y breve, que se utilizan para aliviar una crisis de forma rápida. Según las recomendaciones sanitarias, un tratamiento de fondo debe ser prescrito para el asma persistente. En los casos de asma persistente ligero, la prescripción de corticoides inhalados a dosis bajas sería suficiente. Para el asma persistente de moderado a severo, se recomiendan las asociaciones de corticoides y broncodilatadores inhalados de larga duración. El tratamiento de fondo es preventivo y está dirigido a tratar la inflamación y poder controlar al máximo los síntomas de la enfermedad.
Es importante que el tratamiento sea el adecuado a las características del asma del paciente. Por ejemplo, un tratamiento de fondo necesita un corticoide inhalado, a veces junto a un broncodilatador de larga duración.
Por otra parte, el paciente también debe cumplir con el plazo de su tratamiento, sobre todo cuando son jóvenes, ya que es común que a esta edad minimicen sus síntomas y encuentran normal tener crisis de asma de forma regular y no tratarse. Es importante que el paciente sea responsable, es decir, que maneje su asma, comprenda la importancia de la terapia y se asegure de su correcta utilización. Para lograr esto es necesario que practique el autocuidado y cumpla el tratamiento.
Se pueden prevenir los síntomas de asma evitando los factores que lo desencadenan y las sustancias que causan irritación de las vías respiratorias.
Se recomienda utilizar las camas con fundas a prueba de alergias y así reducir la exposición a los ácaros del polvo; eliminar las alfombras especialmente de las habitaciones; pasar el aspirador de forma regular; utilizar detergentes y materiales de limpieza sin fragancia para limpiar la casa; mantener bajos los niveles de humedad con deshumidificadores; y conservar los alimentos en recipientes fuera de los dormitorios.
Cuando el paciente es alérgico a un animal es mejor sacarlo de la casa y, cuando eso no es posible, debe estar fuera del dormitorio. En la salida de la calefacción se recomienda colocar un filtro para atrapar la caspa animal. También es importante no fumar ni en casa ni fuera de ella, ya que los fumadores transportan residuos del humo del tabaco en sus ropas y cabello que pueden desencadenar síntomas de asma.
Actualmente, no existe ninguna prueba que detecte si un niño va a padecer un problema de alergia o asma. Sin embargo, en los niños de menos de tres años que tengan dermatitis atópica, antecedentes familiares y frecuentes problemas respiratorios con silbidos y tos persistente es importante adoptar medidas de prevención para evitar que desarrolle asma.
Siempre es recomendable la lactancia materna, ya que tiene numerosos beneficios sobre los niños, incluida la disminución de sibilancias en el lactante, aunque no está demostrado que este efecto protector perdure en niños mayores.
La prevención también se apoya en el diagnóstico precoz y el tratamiento, de esta forma, el niño con problemas previos de alergia puede evitar el desarrollo de síntomas de asma. Esta prevención consiste en evitar el contacto con los alérgenos a los que está sensibilizado. Cuando el asma ya ha aparecido se deben evitar las crisis o las exacerbaciones en el niño con un buen cumplimiento del tratamiento.
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