Llamamos astenia primaveral a un trastorno leve y pasajero que aparece cuando nuestro organismo no consigue adaptarse de forma adecuada a los cambios que conlleva la llegada de la primavera: más intensidad lumínica, subida de las temperaturas, el aumento de las horas de luz solar, etc.
En un nivel leve o moderado, la astenia primaveral afecta a una de cada diez personas. Las mujeres con edades comprendidas entre 35 y 60 años son las más afectadas. El actual contexto de crisis y el estrés aumentan los casos de este desorden primaveral.
Las causa de esta mala o lenta adaptación es la disminución de las endorfinas en el organismo. Estas sustancias son las responsables de la regulación del bienestar-malestar de nuestro cuerpo.
Aparece una sensación de cansancio, debilidad, agotamiento,somnolencia y falta de vitalidad generalizada.
Una alimentación inapropiada puede potenciar el problema y potenciar la fatiga.
Todos los expertos coinciden en señalar que la principal clave para combatir y prevenir la astenia primaveral es mantener unos hábitos de vida saludables, basados en una correcta alimentación que fortifique el sistema inmunológico. Algunos consejos que pueden ayudar son seguir los horarios de las comidas realizando 5 comidas al día, realizar una dieta equilibrada y una buena hidratación, dormir bien y las horas necesarias (al menos 7-8 horas diarias), hacer ejercicio (caminar, nadar, ir en bicicleta, etc.) y mantener una actitud positiva (la risa hace que se liberen endorfinas, estas hormonas que son capaces de retrasar la sensación de cansancio y aumentar el umbral del dolor).
El consumo de probióticos puede ser aconsejable en esta época del año para reforzar el sistema inmunitario con productos que nos ayuden a mejorarlo y conseguir así que el organismo esté mejor preparado para afrontar el cansancio y la fatiga.
Se debe aumentar la ingesta de cereales, legumbres, frutas y verduras de temporada (así aumentamos el consumo de hidratos de carbono y reducimos el consumo de grasas). Es aconsejable consumir productos integrales ricos en fibras y vitaminas del grupo B y alimentos con probióticos que ayudan a reforzar el sistema inmunológico. Aumentar el consumo de ácidos grasos poliinsaturados como los Omega 3 que se encuentran mayoritariamente en los pescados azules también es aconsejable.
Los llamados azúcares rápidos: bollos, pasteles, etc., las grasas saturadas (colesterol), los fritos y las comidas muy elaboradas, las salsas y las bebidas excitantes con cafeína, te, alcohol, etc.