Un embarazo de alto riesgo es aquel que tiene factores asociados que pueden afectar negativamente a la salud de la madre o del feto. En caso de embarazo de alto riesgo es muy importante realizar un buen control durante la gestación, el parto y el puerperio. El riesgo de que aparezcan complicaciones, tanto desde el punto de vista de la madre como del bebé es alto.
Sólo un 10% de los embarazos se consideran de alto riesgo aunque no hay un acuerdo unánime sobre cuáles deben ser considerados como tales. El término puede referirse tanto a circunstancias médicas como sociales, ginecológicas u obstétricas que puedan poner en riesgo la salud de la madre, del bebé, o de ambos.
Se pueden detectar en la consulta preconcepcional (aquella que se realiza antes de buscar un embarazo) o en la primera visita de la mujer embarazada. Entre las pruebas que se realizan habitualmente en la mujer embarazada están los análisis de sangre y de orina, cultivos de orina u otras muestras biológicas, estudios genéticos, pruebas de imagen (ecografías, resonancia magnética) u otras, como laparoscopia.
A lo largo del seguimiento del embarazo también pueden surgir problemas médicos que lo identifiquen como embarazo de alto riesgo.