Los síntomas de la espondilitis anquilosante aparecen de forma progresiva con el paso de los años.
Las primeras sensaciones de dolor aparecen en el inicio de la enfermedad y no son muy intensas. Por lo general, esta sensación de dolor aparece a nivel de los glúteos y de la región lumbar.
La sensación de dolor se vuelve cada vez más persistente. En algunas ocasiones, la intensidad del dolor provoca que la persona se levante varias veces durante la noche. El dolor se extiende poco a poco hacia otras partes del cuerpo. Por lo general, la cadera, las vértebras cervicales y las articulaciones de los dedos de los pies y de las manos también resultan afectadas.
En realidad, todas las articulaciones pueden resultar afectadas debido a esta enfermedad. La sensación de dolor no desaparece con el descanso o reposo. Por el contrario, el dolor se vuelve más intenso durante la noche lo cual impide que la persona duerma tranquilamente.
La rigidez articular evoluciona de forma progresiva con el paso de los años. Esta rigidez puede provocar una anquilosis de la columna vertebral. La rigidez alcanza su nivel máximo por las mañanas cuando el paciente se levanta. Por lo general, esta sensación de endurecimiento aparece en la parte baja de la espalda. Esta sensación persiste durante algunas horas.
La sensación de rigidez disminuye cuando el paciente realiza una actividad y reaparece durante períodos de descanso o de inactividad.
La inflamación de las articulaciones, sobre todo de las articulaciones de los hombros y de la cadera, es uno de los síntomas más comunes.
El dolor y la inflamación de las articulaciones podrían provocar contracturas musculares.
Algunos síntomas parecidos a una artritis, a una ciática, a un dolor de talón, de espalda o de pelvis pueden evidenciar un cuadro de espondilitis anquilosante.