Por lo general, es una enfermedad asociada con un mal pronóstico. Sin embargo, actualmente la leucemia goza de avances en la medicina, como la existencia de varias opciones de tratamiento que se pueden proponer a los pacientes. En este artículo conocerás más sobre los diferentes tipos de leucemia, sus manifestaciones y cuál tratamiento es posible.
La leucemia (cáncer de la sangre) designa un tipo de cáncer caracterizado por la proliferación incontrolada de los glóbulos blancos (que se forman en la médula ósea) en la sangre. La fabricación en gran número de glóbulos blancos por el organismo contribuye a debilitar el sistema inmunitario, ya que estos no tienen tiempo de llegar a la madurez.
Los glóbulos blancos (leucocitos) intervienen en la lucha contra las infecciones y desempeñan un papel importante en el funcionamiento del sistema inmunitario. Mientras que los glóbulos rojos aseguran el transporte del oxígeno a la sangre. La médula ósea, sustancia semilíquida dentro de los huesos, es el sitio de producción de los glóbulos rojos y blancos, así como de las plaquetas.
Las leucemias crónicas se caracterizan por la proliferación de células producidas en la médula ósea, en una etapa avanzada de su diferenciación en glóbulos de la sangre. Evolucionan durante varios años.
Existen dos tipos de leucemias crónicas, distinguidas según el tipo de células afectadas: las leucemias linfoides crónicas (la forma más frecuente) y las leucemias mieloides crónicas (más grave).
Las leucemias agudas se caracterizan por la proliferación en la médula ósea de células en una etapa prematura de su diferenciación. Las leucemias agudas son de evolución rápida.
Existen dos tipos de leucemias agudas, distinguidas según el tipo de células afectadas: leucemias agudas linfoblásticas y leucemias agudas mieloblásticas.
Las leucemias no tienen causas identificadas hasta la actualidad. Sin embargo, varios factores de riesgo pueden favorecer la aparición de la enfermedad.
Algunos de los factores que influyen son los antecedentes familiares, la anomalía genética, los trastornos genéticos (como el síndrome de Down y síndrome de Fanconi), la exposición a dosis elevadas de radiaciones o a benceno y la quimioterapia.
Los síntomas pueden diferir según el tipo de leucemia pero generalmente comprenden cansancio, aumento de volumen de los ganglios, fiebre, malestar, pérdida de peso, dolores en los huesos o en las articulaciones, anemia, infecciones frecuentes y sangrados inhabituales.
El diagnóstico se basa en dos exámenes esenciales: la numeración de la fórmula sanguínea: una tasa muy elevada de linfocitos es característica de la enfermedad y el examen de la médula ósea (mielograma), que pone en evidencia las leucemias agudas.
Una punción del esternón se practica en ciertos casos.
El tratamiento varía según el tipo de leucemia. En el caso de las leucemias agudas se puede practicar la quimioterapia intensiva, transfusiones de sangre, radioterapia del encéfalo en ciertos casos, trasplante de médula (si el pronóstico es malo), antimicóticos y cortisona (en el caso de leucemia linfoblástica aguda del niño).
Las probabilidades de éxito del tratamiento varían según la edad y el tipo de leucemia. Las probabilidades de cura son del 80 % en el niño.
El tratamiento de las leucemias linfoides crónicas difiere según el nivel de evolución de la enfermedad. Una simple vigilancia es necesaria para la etapa A y una quimioterapia es necesaria para las etapas B y C.
Una nueva clase de medicamentos, los anticuerpos monoclonales, son actualmente utilizados por los pacientes en quienes la quimioterapia no funciona.
En el caso de las leucemias mieloides crónicas se prescribe imatinib (medicamento) de primera intención y, en caso haya resistencia al imatinib, se puede realizar un trasplante de médula ósea.
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