El síndrome de Kleine-Levin es una enfermedad neurológica muy rara (se reportan 1 o 2 casos sobre 1 millón). Consiste principalmente en episodios de hipersomnia y pérdida de contacto con la realidad. Los tratamientos son casi inexistentes y poco eficaces, lo que dificulta su cura.
El síndrome de la bella durmiente, también conocido como síndrome de Kleine-Levin, se caracteriza por episodios prolongados de sueño, como mínimo de 18 horas cada día. Esto conlleva una alimentación en exceso y de forma compulsiva, hipersexualidad, desorientación, descuido en el higiene personal, conducta agresiva y alucinaciones.
Los principales síntomas del síndrome de Kleine-Levin son la hipersomnia (el paciente duerme de 18 a 24 horas al día, con mala calidad del sueño, perturbado por sueños intensos y alucinaciones) y los desórdenes cognitivos (dificultad para expresarse y concentrarse en la lectura, en la toma de decisiones o para realizar dos acciones al mismo tiempo). Además, la desorientación temporal y espacial, la amnesia parcial y el sentimiento de pérdida de contacto con la realidad (sensación de desconexión entre el cuerpo y la mente o la impresión de estar en un sueño). También existen los trastornos psíquicos y de la personalidad con polifagia (comer en exceso, glotonería), desinhibición sexual, irritabilidad, apatía, deseos suicidas y síndrome meníngeo (membranas irritadas) con cefaleas, fotofobias, fiebre o náuseas.
Es más común en hombres (75 % de los pacientes). Los problemas perinatales o de desarrollo son factores de riesgo. También pueden desencadenar los síntomas el otoño y el invierno, los episodios de gripas y anginas, la ingesta de alcohol y las situaciones de ansiedad. Además, diversos agentes infecciosos como la gripa asiática, la varicela, el estreptococo, un traumatismo craneal, la utilización de opiáceos, las vacaciones escolares o después de un periodo de exámenes.
El síndrome Kleine-Levin idiopático (causa desconocida) puede suceder sin otros síntomas antes de la enfermedad o fuera de la crisis, personas afectadas por otra enfermedad neurológica grave, las formas benignas donde solo dos o tres episodios tienen lugar sin consecuencia o las formas más graves por la frecuencia o la duración de los episodios.
Las causas del síndrome se han estudiado muy poco. Ningún virus ha sido identificado, aunque existen varias hipótesis: un nacimiento prematuro, el retraso en el desarrollo del niño, la epilepsia, el autismo o ser de origen judío asquenazí.
La mayoría de los tratamientos son poco exitosos, pero algunos han mostrado beneficios en casos aislados. Se puede administrar amantadina al principio de una crisis para la somnolencia; risperidona para los síntomas psicopáticos; los ansiolíticos para la angustia; y un tratamiento con litio o valproato sódico en caso de crisis repetidas.
La duración de un episodio varía de dos a 270 días. Entre la crisis, las fases de respiro tienen una media de duración de 3,5 a 4 meses. Se curan de forma espontánea en la gran mayoría de los casos y no compromete el pronóstico de vida.
Entre los consejos para los pacientes del síndrome de Kleine-Levin, se encuentra la prohibición de conducir cualquier vehículo y siempre se debe evitar la ingesta de alcohol. Si aparecen síntomas depresivos agudos hay que asegurarse que el enfermo esté acompañado por un miembro de la familia
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