Cada vez son más las parejas que deciden romper su relación después de un tiempo de malas experiencias. A menudo no es tan traumática la separación como más tarde el divorcio. Aunque la separación supone una ruptura de la relación, siempre puede haber marcha atrás y esa esperanza se mantiene durante largos periodos de tiempo. Tarde o temprano llega el divorcio legal y hay que firmar los papeles: es el momento de enfrentarse a una situación que en muchos casos se ha dejado aparcada y sin solución.
Aparecerán muchas dudas al respecto y se sufrirá un duelo por la pérdida de esa relación o de esa pareja. Hasta que no se elabora este duelo no se superará la ruptura al 100%. A pesar de que muchas parejas rehacen sus vidas en el tiempo en el que esperan el divorcio legal, el momento de la firma de papeles remueve muchas experiencias y recuerdos y resulta duro para ambas partes, especialmente si es un divorcio sin acuerdo y uno de los miembros no desea la separación.
Será el sufridor y ejercerá el papel de victima lo cual le aportará una negatividad y una actitud poco resolutiva a la hora de encauzar su nueva vida.
Una separación no significa que la vida familiar se rompa si no que ahora es una familia distinta: uno de los padres debe salir de la casa. El progenitor que abandone el hogar será el que vera menos a los hijos ya que el otro compartirá con ellos.
De la separación no solo sale afectada la pareja si no también los hijos ya que ellos están acostumbrados a vivir con sus dos padres y tienen una rutina de vida que cuesta mucho abandonar. Los padres ahora no solo tienen que lidiar con su pena o rabia por esta separación si no que también con la pena, la rabia o la culpa que los hijos puedan sentir.
En la mayoría de los casos son las madres quienes se quedan con los hijos pero en algunos casos son los padres los se hacen cargo de la crianza de los hijos. Los hijos no deben culpabilizarse de la separación de sus padres: ellos deben explicarles el por que de la separación de la forma más clara y honesta posible. No es bueno que los hijos vean a sus padres juntos después de la separación ya que esto puede confundirlos y hacerle la ilusión que sus padres están juntos nuevamente. Sin embargo, no se debe dejar de estar en los momentos importantes o cuando se enferman los niños ya que los hijos deben sentir que cuentan con ambos padres.
Algunos niños pueden presentar depresión infantil o fracaso escolar. Hay que informar al colegio de la situación que esta ocurriendo para que puedan recibir más ayuda para superar la situación. Ser hijos de padres separados no significa que sé tendrán problemas para el resto de la vida: con el tiempo esta situación se supera.
En el supuesto de que con la separación física no se hubiera elaborado el duelo y de que se mantengan esperanzas de reconciliación, cuando llega el divorcio, la persona va a pasar por una serie de fases que le ayudarán a superar este trance.
Aunque los primeros momentos serán malos, son necesarios para poder analizar bien la situación y poder seguir adelante con su vida.
En los primeros días antes o después de la firma de papeles, se vivirá en gran medida toda la parte emocional, llanto , pena, preocupación, preguntas sobre el porqué de la situación, rememoración de momentos pasados, culpabilidades,etc.
Cuando pasamos por una etapa altamente emocional y estamos deprimidos , angustiados, etc, es mejor no tomar decisiones importantes porque podemos equivocarnos: nuestra culpabilidad o nuestra responsabilidad nos puede hacer tomar decisiones erróneas de las que nos arrepentiremos más adelante.
Si la situación se presenta de forma precipitada no hay que tomar decisiones:hay que buscar ayuda y asesorarse con un profesional que nos ayude. El profesional no estará involucrado emocionalmente y podrá luchar mejor por tus intereses y propiedades.
Una vez superada esta primera fase se comienza una segunda etapa en la que la persona empieza a aceptar lo sucedido. Poco a poco se va adaptando a su nueva situación y aparecen nuevas preocupaciones como las pérdidas económicas, materiales, de propiedades...
Muchas personas aceptan sin luchar los pormenores de la separación: en muchos casos pierden, así, gran parte de sus derechos. Esto se debe a que toman decisiones en un momento poco adecuado.
Una vez superada esta etapa la persona comienza a sentirse mejor y estará preparada para reorganizarse de nuevo. Se inicia una nueva vida en solitario y los remordimientos, resentimientos, odios, miedos e inseguridades solo servirán para paralizarse. Es el momento de reorganizarse economicamente, socialmente, el tiempo de ocio, etc.: ahí ya estaremos en el camino de la recuperación.
En este momento es importante reiniciar alguna actividad nueva que nos aporte bienestar, algo que sabes que nunca hubieras hecho con tu pareja, así podrás sentirlo como algo bueno que has sacado de la ruptura. También es el momento de retomar antiguas amistades sin miedo. La familia puede ser un punto de apoyo: es importante no aíslearse, acudir a fiestas y compromisos familiares. Hay que hacer de la ruptura algo natural, no intentar ocultarlo.
Elegir bien a las personas con quién compartir tu situación, quien merece la pena y quien no: no dejarse influenciar por comentarios de personas que, a pesar de ser familia, no saben nada de ti. Se puede comenzar a estudiar, retomar aquello que nos gustaba, iniciar actividades de ocio que permitan conocer gente nueva.
Se pueden sentir ataques de culpabilidad o responsabilidad por lo sucedido. Es frecuente pasar noches enteras pensando qué es lo que hemos hecho mal, porqué nos salió mal, porqué hemos fracasado:echarnos la culpa de lo sucedido no va a solucionar la situación por lo que no hemos de hacerlo. Sentirse culpable no sirve para nada, incluso cuando lo seamos.
La culpabilidad es un sentimiento que paraliza a la persona y que no la deja evolucionar en su duelo y pasar página. Hay que intentar centrarse en los nuevos objetivos e ideales y dejar de lado remordimientos y culpabilidades: será la única forma de estar bien con uno mismo. Siempre hay que pensar que una pareja se rompe porque los dos se han equivocado en algo. A veces el papel de victima nos hace creer que es el otro el que nos abandona y el que se equivoca, así seguiremos llorando porque él no cambia eternamente.
Echar la culpa a los demás tampoco ayuda: hay que aceptar la nueva situación y vivir con ella todo lo feliz que se pueda.
Si ya existía una nueva pareja, es el momento de plantear nuevos objetivos en común. Ya eres libre para hacer lo que te apetezca, date permiso para disfrutar y no dejes que los fantasmas del pasado te estropeen esta nueva oportunidad.
Cabe la posibilidad de conocer a alguien nuevo que pueda ser una futura pareja: esta nueva experiencia puede hacernos sentir inseguros de nuevo, pero es normal. Ante una ruptura y un fracaso existe un miedo a volverlo a repetir. Antes de iniciar una nueva relación es importante afianzar la autoestima y la confianza en uno mismo.
Valorar nuestros puntos débiles y los errores cometidos anteriormente: hay que trabajarlos para no volver a repetir los errores. No dejar que las emociones queden ancladas en el pasado: evitar frases como "es lo mejor que he tenido", "que haré ahora sin él" "sola no saldré adelante". Todas son frases negativas y denotan la dependencia que existía con la pareja: pero ¿y si hay alguien mejor por ahí esperándonos?, ¿ o ¿sola no estarás mejor, más liberado?
El conflicto de pareja a menudo comporta una pérdida de autoestima que hace que las mujeres se encierren en si mismas. Por ello se hace necesario que la mujer pueda salir de este aislamiento y hable con personas que saben como tratar el tema, y que pueden ser, inicialmente, una amiga. También la ayuda de profesionales como abogados o psicólogos que están fuera de la turbulencia emocional pueden ser necesarios para a tomar conciencia del mismo y para valorar su magnitud.
Podrán comprobar que todos los aspectos del conflicto, tanto el emocional como el económico, el social y la educación de los hijos, tienen solución y que no es la única a la que afecta este problema. Todas las mujeres que han vivido una crisis de pareja los han sufrido en mayor o menor medida, y tras hablar de ello, se han reforzado emocionalmente. Informándose de sus derechos han podido afrontar la separación con serenidad y realismo, evaluando la magnitud de la misma e intentando comunicarse con su pareja en un plano de igualdad, controlando la situación y con menos dolor.