Los riñones permiten la eliminación de la sangre de los residuos que provienen de la destrucción de las células del organismo y de la digestión de los alimentos.
Por otra parte, los riñones regulan la cantidad de agua y de electrólitos, como el sodio (sal), el cloro o el potasio en el organismo.
La eliminación de las toxinas del organismo es otra función de los riñones.
La insuficiencia renal corresponde a una modificación del funcionamiento de ambos riñones que ya no filtran correctamente la sangre. Esta situación provoca un desequilibrio en las sales minerales y en el agua, pudiendo provocar complicaciones severas.
Existen 2 tipos de insuficiencia renal: la insuficiencia renal aguda que puede ser reversible y la insuficiencia renal crónica que evoluciona durante varios años.
La insuficiencia renal aguda aparece de manera repentina durante algunas horas o algunos días. El riñón ya no puede eliminar los residuos metabólicos y no logra mantener un buen equilibrio hidroelectrolítico, que resulta de la buena regulación del agua y de los electrólitos.
Un aumento de más del 50 % de la creatinemia con relación al valor normal es un signo biológico que indica una insuficiencia renal aguda.
La insuficiencia renal aguda aparece la mayoría de las veces después de una caída repentina de la presión arterial, durante una hemorragia, una septicemia o una complicación operatoria.
La insuficiencia renal crónica es una complicación de numerosas patologías como la diabetes, la hipertensión arterial, la pielonefritis o una enfermedad poliquística de los riñones.
La insuficiencia renal crónica se instala la mayoría de las veces en silencio sin provocar síntomas.
Puede ser detectada por casualidad, durante un análisis de creatinina efectuada por ejemplo durante un examen sistemático o durante el control de una enfermedad crónica como una diabetes o una hipertensión arterial.
Una insuficiencia renal es evocada cuando el nivel de creatinina en la sangre, la creatinemia, es superior a 120 mol/l en la mujer o 130 mol/l en el hombre.