La leche materna está específicamente adaptada a las necesidades del bebé por lo cual resulta ideal para su alimentación. Además, la lactancia es un momento de intimidad único entre la madre y su bebé.
La composición de la leche materna va cambiando de acuerdo a las necesidades del bebé, es decir, se adapta a su crecimiento y desarrollo. La leche materna permite el desarrollo del bebé ya que contiene: vitaminas, proteínas, glúcidos, sales minerales, hierro, lípidos y ácidos grasos esenciales...
La leche materna se digiere fácilmente. La leche materna contiene anticuerpos que protegen al bebé de infecciones ORL (otitis, rinofaringitis) y de infecciones intestinales, antes de que pueda fabricar sus propios anticuerpos.
El consumo de leche materna permite disminuir los riesgos de eczema y de alergias, sobre todo en familias de alto riesgo. Asimismo, podría evitar los riesgos de presentar asma. Según un estudio realizado con ratones por el INSERM en el 2008, el consumo de leche materna haría más resistente al bebé ante los alergenos del ambiente y el riesgo de asma disminuiría .
Permite disminuir la frecuencia de los episodios diarreicos (alrededor de 5 veces menos). Posee un efecto preventivo contra la obesidad. Amamantar podría disminuir el número de muertes súbitas de los niños lactantes.
Resulta económica ya que evita comprar leches de sustitución. Siempre está disponible: la madre tiene la leche a su disposición en todo momento y lugar. Se obtiene de inmediato, en calidad suficiente y a la temperatura ideal.