Aunque el embarazo sea un momento único en la vida de una mujer, es también un periodo de un profundo cambio psicológico.
Aunque exista cada vez más información precisa sobre el desarrollo del embarazo y parto, así como sus respectivos progresos, las mujeres embarazadas pueden estresarse. Por ejemplo, la mitad de las mujeres se siente angustiada por la perspectiva del parto.
Muchas mujeres no se atreven a hablar de sus angustias, pues persiste la creencia de que un embarazo es una experiencia totalmente maravillosa y sin ninguna complicación. Esto dificulta que las mujeres expresen sus dolencias, quejas o dificultades durante los nueve meses. La mayoría rechaza sus miedos, lo que agrava la situación. Es importante atender esto ya que, si este tipo de sentimientos predomina, podría perturbar su embarazo y debilitar psicológicamente a su bebé.
Es importante comprender las razones de las angustias. Puede ser la sobreinformación médica. Las futuras mamás tienen a su disposición una multitud de fuentes de datos como libros, revistas, guías, enciclopedias e Internet. Esta sobreinformación puede provocar el efecto inverso al buscado. Además, vivir las transformaciones del cuerpo y la subida de peso es a veces difícil de aceptar. También puede aparecer el miedo de que el hombre ya no la desee más o no volver a encontrar el puesto de trabajo en el mundo profesional.
La medicalización y el lenguaje demasiado técnico tiene repercusiones psicológicas por los miedos engendrados debido a las múltiples consultas, exámenes, avisos, prohibiciones y recomendaciones, entre muchas otras actividades. Hablar con el médico o los seres queridos puede ayudar a la mujeres a llevar mejor este periodo. A veces, los foros de discusión permiten descubrir que no son las únicas en vivir estas angustias y así sentirse más seguras de sí mismas.
Es una etapa difícil de sobrellevar después del parto: se le llama también baby blues, un estado depresivo, pasajero y leve que aparece después del nacimiento del bebé. Es provocado por las consecuencias del embarazo y parto, que son periodos físicos y psicológicos muy intensos.
La falta de sueño y el cansancio acumulado repercuten en la madre de forma importante. Por otro lado, la madre se siente sobrepasada por todo lo que debe asumir y, a veces, llega a vivir situaciones de auténtico pánico con la idea de estar sola ocupándose del niño.
El baby blues saca a relucir las dificultades del cambio de estatus de mujer embarazada a mamá. Estas manifestaciones se producen entre los tres y los diez días siguientes al parto. Pueden aparecer reacciones de hipersensibilidad, tristeza, crisis de lágrimas frecuentes, desórdenes del sueño, insomnio, estrés o angustia. Este estado dura unos días, entre 1 y 10, según las mamás. La gran mayoría de las madres se recupera rápidamente y retoma la confianza. Un baby blues severo puede desencadenar, sin ninguna transición, una depresión postparto de larga duración.
Los papás también pueden sufrir una depresión. Si la mayoría de las mujeres tienen muchas dificultades para reconocer su baby blues, los hombres, por su parte, están menos sensibilizados con este tipo de dificultades. Pocos hombres logran hablar con su pareja, sus allegados o un médico. Es importante poner palabras a estos síntomas y se debe instar al papá a evocar las dificultades con las que se encuentra. La mejoría del padre será beneficiosa para toda la familia y para el niño en particular.
La depresión postparto es menos frecuente, pero más grave que el baby blues. Aproximadamente, afecta a más del 10 % de las mujeres que dan a luz. Aparece a las 6 u 8 semanas después del parto o incluso más tarde. La gran mayoría de las mujeres afectadas de depresión postparto no se da cuenta de su estado depresivo y atribuye sus síntomas al cansancio de la llegada del bebé. Entre 10 % y 15 % de los baby blues se transforma en depresión, que suele durar entre 6 meses y un año.
Tristeza, ansiedad, desinterés, mucha fatiga, falta de sueño, aislamiento, introspección, dificultad para ocuparse del bebé o sensación de ineficiencia pueden provocar la aparición de la depresión. Algunas madres no son capaces de hablar de su depresión y se enferman en silencio. No consiguen ocuparse de su bebé, se desinteresan y lo dejan llorar sin reaccionar.
La detección precoz de la depresión en mujeres que acaban de dar a luz permite tomar medidas rápidamente. Las mujeres con síntomas de depresión no consultan, ya que se sienten culpables de no sentirse felices.
Para no tener una depresión severa se pueden proponer varias alternativas, como encontrar soluciones para descansar más a menudo; hacer siestas cuando el bebé duerme; dejarse ayudar con las labores del hogar y las compras; el padre debe ayudar en el cuidado del bebé y las tareas cotidianas. También salir, caminar y hacer deporte ayudan a aumentar el sentimiento de bienestar.
La madre no debe aislarse, debe saber que cuenta con sus allegados, el equipo médico de la maternidad o incluso el médico, si el estado persiste. No hay que dudar en consultar su situación, en contársela al médico y tomar un tratamiento. El tratamiento puede consistir en la toma de medicamentos antidepresivos y varias sesiones de terapia dirigidas a la madre y al bebé. Estas sesiones mejoran el estado de la mamá y la relación con su bebé.
Las madres lactantes quizá no deseen ir a la consulta ni tomar el tratamiento indicado, ya que piensan que los medicamentos están contraindicados con la lactancia. Pero existen tratamientos médicos destinados a luchar contra la depresión que pueden tomarse durante la lactancia.
La madre que vive una depresión, una fuerte sensación de desamparo, aislamiento, sin ninguna ayuda y que no consigue ocuparse de su bebé como le hubiera gustado, la mayoría de las veces, ignora las consecuencias que esta situación tiene en el desarrollo psicológico de su bebé.
Varios estudios han demostrado que la aparición de una depresión en la madre puede tener un impacto negativo en el niño. Por otro lado, también puede tener un efecto negativo sobre el bebé la aparición de una depresión en el padre.
Algunos síntomas que se pueden observar en el bebé son desórdenes del sueño, cólicos, diarreas, vómitos, retraso en el desarrollo psicomotriz, tristeza, rechazo a alimentarse, violencia hacia la madre en los episodios de separación o de cambio de actitud de la madre, dificultad para adaptarse a las personas extrañas, a los otros niños, en la guardería o en la escuela.
Más del 25 % de los niños con madres afectadas por la depresión postparto pueden tener problemas psicológicos que se pueden agravar en caso de que el niño no reciba ayuda.
Según un estudio publicado en la revista americana Early Human Development, las futuras madres ansiosas o depresivas aumentan el riesgo del bebé a sufrir desórdenes del sueño (pesadillas, rechazo a dormir, problemas de adormecimiento). La calidad del sueño en un recién nacido influye considerablemente en la salud y el desarrollo.
El síndrome de Couvade lo padecen entre el 10 % y 15 % de los futuros padres. Se manifiesta con síntomas parecidos a los que tiene una mujer durante su embarazo. Algunos hombres tienen náuseas, dolores de cabeza o abdominales, aumento de peso, sienten hambre y, a largo plazo, dolores lumbares, incluso contracciones. El síndrome de Couvade empieza al final del primer trimestre y aumenta progresivamente hasta el tercer trimestre.
El Couvade es la forma que tienen los hombres de vivir el embarazo de la mujer. Los síntomas que sienten expresan su deseo de vivir el embarazo y de no sentirse excluidos. También los hombres logran decir sus propias angustias por la llegada del bebé. Es necesario hablar con un médico o un psicólogo para sentirse acompañado, sufrir menos y estar más relajado a la hora de la llegada del bebé. Por otro lado, un padre angustiado, ¿no podría ocasionar sufrimiento a su propio hijo?
La negación del embarazo es una afección psiquiátrica severa. Se define como el hecho de que una mujer embarazada no tenga conciencia de estarlo. La negación es un mecanismo de defensa frente a una situación que la futura mamá considera insoportable. Ocurre en uno a tres embarazos por cada mil y afecta a todas las clases sociales y a mujeres de todas las edades.
Tener uno o varios hijos no es garantía para no sufrir una posible negación posterior. El hecho de ser madre no obliga a tener conciencia de su estado. La mujer niega su cuerpo y es incapaz de aceptar el embarazo, no está preparada para el parto ni para la llegada del niño. La mujer no se reconoce embarazada y oculta psíquicamente la realidad física. En la cabeza de estas mujeres víctimas de la negación, el niño ni siquiera existe. Estas mujeres han vivido muy a menudo problemas afectivos como carencias en su infancia.
El cuerpo no presenta ningún signo de embarazo, ya que la subida de peso puede ser muy pequeña y la mujer no siente que se mueve el niño. Durante el embarazo hay sangrados muchas veces y las personas cercanas y los médicos no se dan cuenta del embarazo de la persona que lo niega.
Al no imaginarse convertirse en madre, se le dificulta construir una relación con el futuro bebé. El bebé es como un objeto y no como un ser vivo. La madre no consigue realizar el trabajo psicológico necesario para preparar la llegada del bebé. No es consciente de que puede dar a su hijo en adopción y algunas se deshacen de sus bebés porque no soportan la situación. Otras guardan el cuerpo del bebé porque no logran separarse totalmente de él. Todas las mujeres víctimas de la negación del embarazo no cometen un infanticidio.
Existe una Asociación Francesa por el reconocimiento de la Negación del Embarazo, AFRDG, que lucha para que esta enfermedad esté legalmente reconocida. En España es el Dr. Félix Navarro, quien preside la Asociación por el reconocimiento de la negación del embarazo.
Cada año muchas parejas, unas 87 millones en todo el mundo, reciben la noticia de que serán padres sin haberlo programado. Aproximadamente el 50 % termina en aborto, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las adolescentes, las mujeres mayores o las solteras son quienes se embarazan sin planearlo con mayor frecuencia. Al recibir la noticia, la pareja enfrenta una situación difícil que, si no se trata, puede provocar un embarazo de riesgo. En estos casos, puede ser que la mujer no acuda a los controles prenatales y que no se cuide, sin contar con los efectos emocionales que puede tener para el niño a largo plazo.
Con la ayuda terapéutica se puede enfrentar mejor la situación sin ser juzgados y a aceptar la llegada del bebé a pesar de circunstancias adversas, incluso la ausencia de pareja. En este último caso, la aceptación del embarazo depende de la edad y las circunstancias de la futura madre. La familia y los amigos son fundamentales para suplir las carencias emocionales.
Los bebés reciben mensajes desde el momento en que están dentro del útero materno, tanto los positivos como los negativos. También las sensaciones de rechazo por parte de su futura madre. Estas percepciones y experiencias marcarán su vida: el feto puede oír, aprender de manera primitiva y también puede sentir. El entorno del bebé depende de los sentimientos y las emociones de la madre. A través del cordón umbilical se intercambian no solo los nutrientes, sino también las hormonas. Si la madre fabrica endorfinas, el bebé es feliz pero, si siente rechazo, va a influir de forma negativa.
Las madres primerizas son las más propensas a sentirse extrañas con sus bebés recién nacidos y a tener depresión postparto. Lo más frecuente es que las madres sientan desde el principio un apego instantáneo hacia su bebé. Pero hay diferentes motivos por los que una mujer no conecte enseguida con su bebé. La causa más frecuente es la hormonal: el fuerte ascenso de la progesterona durante el embarazo va seguido de un importante descenso en el momento del nacimiento. Otros factores que pueden influir son un parto difícil o traumático, ser madre primeriza, tener mala relación con la pareja, enfrentar un cambio radical de vida y tener antecedentes de depresión.
Los cambios de carácter durante la gestación son frecuentes y se deben, fundamentalmente, a los cambios hormonales. Es normal que la mujer embarazada pase por momentos dulces y otros amargos, difíciles o tranquilos.
El que la mujer embarazada se sienta mal puede deberse a múltiples causas, físicas o psicológicas. Una mujer puede pasar un mal embarazo por los propios síntomas de su estado como las náuseas, los vómitos u otras molestias asociadas al embarazo. También el miedo a lo desconocido, la preocupación por su nueva responsabilidad, los cambios físicos, la aparición de manchas en la cara o cloasmas (melasma), las estrías, los tobillos hinchados y los kilos de más, entre otros, pueden influir.
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