La enfermedad tromboembólica venosa (TEV) en cualquiera de sus formas (trombosis venosa profunda o embolismo pulmonar) es un proceso caracterizado por la coagulación de la sangre en el interior de las venas (trombosis). Los dos tipos de TEV más significativos clínicamente son la trombosis venosa profunda (TVP) y el embolismo pulmonar (EP).
En España se producen aproximadamente unos 600.000 casos anuales de trombosis venosa. No debe confundirse con la presencia de varices, ya que, aunque éstas pueden ser causa de TEV, consisten en dilataciones venosas en las que no siempre existe un trombo que obstruye la luz de la vena.
La localización típica de la trombosis venosas son las venas de la pantorrilla y del muslo.
Existen síntomas locales, principalmente el dolor localizado en el trayecto venoso de la pierna, que aumenta con la flexión dorsal del pie. El edema de la extremidad es blando y progresa desde la raíz del miembro afecto. Existe una sensación de pesadez y un cierto grado de impotencia funcional, y aumento del calor local en la extremidad.
A veces aparecen síntomas generales como fiebre, aumento de la frecuencia cardiaca y síntomas respiratorios, como tos, dificultad para respirar y ocasionalmente hemoptisis como manifestaciones de una embolia pulmonar. La presencia de síntomas y/o signos aislados no permite realizar el diagnóstico con certeza por ser inespecíficos: siempre son necesarias pruebas complementarias.
La ecografía venosa es de rápida de realización e indolora: posee una elevada sensibilidad. El TAC helicoidal se realiza para descartar el embolismo pulmonar. En la actualidad si los resultados de la ecografía y/o TAC y de una prueba especial de laboratorio (el Dímero D) son negativos puede descartarse con seguridad el diagnóstico de TEV, sin necesidad de recurrir a pruebas invasivas.