En la mayor parte de los casos, la artrosis afectará a un número limitado de articulaciones y empezará a dar molestias hacia los 40 o 50 años. En bastantes casos, la artrosis suele ser un hallazgo radiológico sin dar ningún tipo de síntoma. Las articulaciones alteradas no se manifiestan clínicamente, ya que existe una adaptación entre la función que realiza la articulación y su capacidad funcional.
Los síntomas de la artrosis suelen ser escasos en su estadio precoz. El dolor es su primera manifestación. Los resultados de los análisis de sangre suelen ser normales.
El dolor suele ser el primer síntoma de la artrosis y suele aparecer poco a poco. No se suele acudir al médico hasta pasado bastante tiempo. Las primeras manifestaciones suelen ser breves, progresando en intensidad y en frecuencia. El dolor es de tipo mecánico, mejora con el reposo y aumenta con el movimiento. Aparece al iniciar la actividad y mejora a los pocos minutos, pero empeorando si se ejercita la articulación durante un tiempo excesivo. No suele aparecer dolor durante la noche.
El origen del dolor es muy diverso y puede deberse a proliferaciones óseas, presión y fricción sobre el hueso expuesto, contracturas musculares, incremento de la presión intraósea, compresión de los nervios periféricos e inflamación secundaria de los ligamentos, sinovia, cápsula u otras estructuras.
Los movimientos se ven limitados por las alteraciones que van apareciendo a nivel de la superficie articular, por la fibrosis capsular, las contracturas musculares o por los topes óseos producidos por los osteofitos o cuerpos libres (pequeños trozos de hueso) dentro de la articulación. También la deformación articular que aparece en estadios más avanzados puede limitar la movilidad.
La rigidez suele aparecer tras períodos de inactividad; suele ser moderada y de unos minutos de duración. Se manifiesta como una sensación de dificultad para iniciar el movimiento o efectuar un desplazamiento articular completo. Después de largos períodos de inactividad (como el descanso nocturno) la rigidez puede ser mayor, pero nunca superior a los quince o treinta minutos. Esto último sirve para diferenciar la artrosis de otras enfermedades reumáticas inflamatorias, cuya rigidez, en general, es superior a los treinta minutos.
La crepitación es debida a la rugosidad de las superficies cartilaginosas y el rozamiento de hueso contra hueso sin la protección del cartílago. No hay relación entre la intensidad de los crujidos y la gravedad. Suele afectar sobre todo a las rodillas y a la columna cervical.
Se manifiesta por un aumento de volumen de la articulación debido el engrosamiento de las partes blandas de la misma o por el aumento del líquido articular (derrame) secundario a una inflamación de la membrana sinovial.