La alergia al gato y a la mayoría de animales no es causada por sus pelos, sino por su saliva, orina y secreciones de sus glándulas sebáceas. Sus alérgenos se acumulan en todas partes de la vivienda, en las alfombras, en las cortinas y la ropa.
Los gatos depositan sus alérgenos en sus pelos cuando se lamen, provocando manifestaciones alérgicas en quienes los tocan o se les acercan.
Es posible encontrar alérgenos de animales de hace varios meses, incluso de uno o dos años después de que dejaran un lugar.
Los síntomas de la alergia al gato pueden ser una rinitis, una conjuntivitis, un eczema o una urticaria. El gato también puede provocar a veces crisis severas de asma, y esto hasta sin tocar el animal, al estar en un lugar donde ha estado el gato.
La presencia de una sensibilidad alérgica familiar, sobre todo si uno de los miembros está ya sensibilizado a los pelos de animales, tener un gato no es aconsejado debido a un riesgo mayor de desarrollar un asma alérgico.
Los apartamentos que son a menudo pequeños, confinados y no lo suficiente ventilados, es muy difícil de no estar en contacto con el animal y sus alérgenos aunque el acceso al dormitorio le es prohibido. Por otra parte, estos animales salen raramente de su vivienda.
Cuando se es alérgico al gato, es posible presentar alergias cruzadas y ser alérgico a otros animales como perros, conejos, hámsteres o ratones.
El poder alergénico de un gato no depende ni de su tamaño, peso o edad. Las proteínas alergénicas tienen una potencia que varía de 1 a 7. Esto significa que es posible ser afectado por un gato con un poder alergénico elevado de 6 o 7 por ejemplo y con un animal con poco poder alergénico.
Hay que tener en cuenta que es posible ser afectado sin tocar al animal y de sufrir una crisis de asma al dormir en casa de una persona que tiene un gato.
Cuando un diagnóstico de alergia al gato es efectuado en personas que ya viven con animal, y esto a veces por un período largo, es muy difícil, incluso imposible, hacer que la persona se separe del animal. En cerca del 90 % de los casos, el gato se queda en la casa a pesar de las molestias que provoca, incluso un caso de crisis de asma.
Es posible disminuir los riesgos de que aparezcan las manifestaciones alérgicas.
Medicamentos son indispensables para aliviar una rinitis, una conjuntivitis, un asma y evitar para que una rinitis alérgica evolucione hacia un asma, lo que se produce en más de 40 % de las situaciones.
Es indispensable prohibir el acceso del gato al cuarto de la persona alérgica, y esto aunque no esté presente.
Hay que disminuir al máximo la exposición a los alérgenos del gato y ventilar por lo menos entre 20 a 30 minutos cada día, limpiar, cerrar la puerta el cuarto, efectuar una limpieza y pasar regularmente la aspiradora que tiene una bolsa y un filtro HEPA, eficaz contra las partículas alergénicas.
Pasar un guante de aseo sobre el animal cada día o cada 2 días puede ayudar en la disminución de los alérgenos. También lave regularmente las ropas sobre las cuales los alérgenos de gato han sido depositados.
La desensibilización a los pelos del gato no es muy eficaz y no aporta resultados superiores al del efecto placebo.
Hay que consultar una vez por año por lo menos a un alergólogo o un neumólogo con el fin de verificar la evolución de la alergia y de asegurarse que el asma está bien controlado y tratado, practicando una exploración funcional respiratoria (EFR).
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