El sarro dental, también conocido como tártaro, es una capa que se forma de restos de alimentos, sales minerales, desechos celulares y millones de bacterias que se van adhiriendo progresivamente a los dientes por falta de una higiene adecuada.
El sarro esta formado por residuos de alimentos, por la saliva, por la bebida, el tabaco, etc. Aparece una capa calcárea que embadurna los dientes y los ensucia. A esta placa, que tiene una coloración oscura, la denominamos sarro.
El sarro es uno de los problemas de la dentadura más frecuente. No sólo es un problema estético si no que también puede ser un problema de salud que daña los dientes, ya que si no es eliminado puede provocar inflamación en las encías, sangrado de las mismas, mal aliento y hasta perdida de los dientes.
El sarro suele situarse en las caras anteriores de los dientes. Se reconoce por ser de consistencia dura, superficie irregular, color café, y sensación de tener la boca amarga, además de la halitosis o mal aliento. La placa bacteriana que no se remueve de las superficies exteriores de los dientes se solidifica y se convierten en sarro.
Una vez el sarro se ha adherido a los dientes la única manera de eliminarlo es mediante un tratamiento conocido como tartectomía, que es completamente indoloro.
Lo más importante es mantener una higiene dental correcta: siempre que sea posible deben cepillarse los dientes más de dos veces al día. Los cepillos dentales deben ser pequeños y de cerdas suaves y redondeadas, permitiendo acceder a todos los rincones de la dentadura.
Se recomienda utilizar una pasta dental con flúor y cambiar de cepillo cada 2 o 3 meses.
Como los cepillos dentales no llegan a ciertos puntos interdentales es recomendable el uso de hilo dental para limpiar estas zonas oscuras.
Se recomienda una consulta con el odontólogo o higienista dental cada 6 meses para hacerse una limpieza profunda y un examen oral. Es aconsejable evitar comer dulces o productos azucarados y no fumar.