Cáncer de vejiga

La hematuria (sangre en la orina) es el principal signo y aparece en el 85% de los casos. La vejiga es el órgano que almacena la orina. Anatómicamente está formada por dos capas diferentes: una mucosa, en contacto con la orina, que se denomina urotelio y un músculo llamado detrusor, situado en profundidad y responsable de la contracción y el vaciamiento de la vejiga. El cáncer vesical se deriva del urotelio. Constituye el 9% de todos los cánceres del varón y el 4% de los tumores femeninos. Cuatro veces más frecuente en el hombre que en la mujer, afecta fundamentalmente a pacientes por encima de los 50 años.

Sus causas

Aunque en la mayoría de los casos la causa es desconocida, en algunos pacientes se ha asociado a exposición a b-naftilamina y otras aminas aromáticas (grupo de compuestos químicos: benzidina, 4-amino-bifenil, la MOCA, O-toluidina) y al tratamiento con ciclofosfamida. El tabaquismo duplica el riesgo de padecerlo.

Tipos de tumores de vejiga

Aunque histológicamente se trata de tumores de la misma naturaleza (carcinoma de urotelio en el 95% de los casos, excepcionalmente escamoso o adenocarcinoma), se dividen en dos grupos desde el punto de vista pronóstico y terapéutico: superficiales y profundos.

¿Cómo se diagnostican?

La hematuria (sangre en la orina) es el signo principal. Aparece en el 85% de los casos y habitualmente es indolora y con coágulos. Los síntomas de irritación vesical (orinar muchas veces, escozor o dolor al orinar) también pueden aparecer. La ecografía permite hacer el diagnóstico evidenciando una masa en la vejiga; la confirmación siempre es endoscópica (es decir, la visión directa del interior de la vejiga mediante un cistoscopio). La cistoscopia actualmete es sencilla y prácticamente indolora.
El diagnóstico se completa con la extirpación por vía endoscópica completa o máxima del tumor: se realiza con anestesia a través de la uretra y se denomina resección transuretral.

Analizar la pieza extraída

La pieza extirpada deberá ser analizada por el anatomopatólogo para conocer el tipo de tumor, su grado de diferenciación (grado 1, 2 ó 3): que mide la agresividad tumoral (el grado 1 es el de mejor pronóstico y el grado 3 el más agresivo) y la profundidad de afectación en la pared.
Los métodos radiológicos y endoscópicos con biopsia incluida son suficientes para una separación correcta de los tumores superficiales y profundos.
Cuando el tumor es profundo, es obligado realizar estudios para valorar la existencia o no de metástasis y la extensión local (TAC o escanner abdominal y gammagrafía ósea).

¿Cómo se tratan y qué pronóstico tienen?

Tumores superficiales

El tratamiento consiste en la extirpación del tumor mediante una resección transuretral (a través de uretra, sin herida quirúrgica). Además, algunos pacientes requieren tratamiento complementario para disminuir el número de recidivas (alcanzan el 70 por ciento, si no se realiza).
Este tratamiento complementario consiste en instilaciones endovesicales -aplicación en el interior de la vejiga- de quimioterápicos (Tiotepa, Mitomicina C y Adriamicina son los más utilizados) o inmunoterápicos (BCG). Con tratamiento complementario el índice de recidivas desciende al 40%.
El 10-20 por ciento de los tumores superficiales progresan a lo largo de su evolución, a pesar del tratamiento, a tumores profundos. La probabilidad de progresión y el elevado número de recidivas exigen una estrecha vigilancia mediante cistoscopias periódicas.
El pronóstico es bueno. Hay un 70-80% de supervivencia a los 5 años.

Tumores profundos

El tratamiento de elección es la extirpación completa de la vejiga y próstata. Implica la necesidad de una derivación urinaria. La forma más común utiliza como neo-reservorio vesical -un nuevo reservorio a modo de vejiga cuando ésta se ha extirpado- un fragmento de ileon aislado, uno de cuyos extremos es utilizado para el abocamiento ureteral y el otro termina en la piel. En la actualidad, es cada vez más frecuente la sustitución vesical por una neovejiga realizada con ileon o colon que se aboca a la uretra y permite la micción espontánea. Se utiliza con frecuencia quimioterapia complementaria.
En algunos casos especiales se contempla la posibilidad de conservar la vejiga y el tratamiento incluye sólo resección transuretral, quimioterapia sistémica y radioterapia. En estos casos escogidos, casi la mitad de los pacientes conserva la vejiga en 5 años y la supervivencia del grupo no es menor a la que podría esperarse con tratamiento convencional.
La supervivencia global de los tumores profundos es del 40 al 60% en 5 años.

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