La saliva es una secreción mucoserosa, clara y ligeramente ácida, que fabrican las glándulas salivales mayores y menores y también el fluido gingival. Es uno de los elementos más importantes del proceso de digestión de los alimentos, por lo que su producción resulta indispensable. Las glándulas salivales segregan diariamente entre 1 y 1'5 litros de saliva. También es importante destacar que la saliva es transmisora de algunas enfermedades.
La saliva está formada por electrolitos entre los que encontramos el sodio, el potasio, el calcio, el magnesio, el bicarbonato y los fosfatos.
En la saliva también encontramos inmunoglobulinas, proteínas, enzimas, mucina y productos como urea y amonio.
La saliva mantiene la salud de la boca y crea un balance ecológico adecuado.
El bicarbonato, los fosfato y la urea controlan la acidez (el pH) y la capacidad buffer (amortiguadora) de la saliva.
Las proteínas y la mucina sirven para limpiar y atacar a los microorganismos. También contribuyen al metabolismo de la placa dental y a la integridad de los dientes.
El calcio, los fosfatos y las proteínas actúan conjuntamente y controlan la desmineralización y la remineralización.
Las inmunoglobulinas, proteínas y enzimas tienen una acción antiinfecciosa y actúan contra las bacterias.
La saliva también tiene una función de lubricación y protección y participa en el sentido del gusto y en la digestión.